Donde la administración no llega

Caminas por la calle y es fácil darse cuenta: A Coruña no pasa por su mejor momento. A los problemas derivados de una gestión ineficiente –cuando no directamente ausente– como la falta de limpieza o los nudos en la movilidad, se suman otros mucho más complejos, más duros y, sin duda, más preocupantes. Los vecinos de barrios como Oza, Gaiteira u Os Mallos llevan años alertando del regreso de la heroína a la ciudad. Una droga en los ochenta se cobró demasiadas vidas y truncó demasiados futuros, y que muchos creíamos erradicada, vuelve a “ponerse de moda” y recupera impulso, aupada por la crisis económica de los últimos años y la falta de oportunidades laborales.

En otros entornos es el alcohol quien gana la partida a las malas rachas, pero no es, ni de lejos, la única adicción legal preocupante que estamos viviendo los coruñeses. Basta darse un paseo por cualquier calle de A Coruña, da igual el barrio que elijamos –¿Riazor? ¿Juan Flórez? ¿Agra? ¿Cuatro Caminos?– para tropezar con una casa de apuestas. Todas ellas bien situadas, con reclamos publicitarios llamativos y con una afluencia de público cada vez mayor, cada vez más joven, cada vez más preocupante.

Estas realidades existen, y cerrar los ojos ante ellas no soluciona absolutamente nada. Existe la heroína, existe el alcoholismo, existe la adicción al juego… Y también existen –y menos mal– un entramado firme, fuerte y experimentado de entidades socio-sanitarias que hacen frente a estos problemas, que ayudan a los enfermos y a sus familias y que llegan donde la administración pública no puede o no sabe llegar.  En las últimas semanas he tenido la oportunidad de conocer varias de ellas, y créanme, su labor en encomiable y muy complicada. Lo mínimo que puede hacer un gobierno local frente a este trabajo de titanes, desempeñado por personas que tienen un concepto del servicio público tan elevado que dan ganas de aplaudir, es facilitar las cosas… Aunque a veces parece que desde los diferentes gobiernos se empeñan en hacer precisamente lo contrario.

¿Que en Aclad atienden cada año cientos de casos de drogodependencia severa a sustancia ilegales? Pues desde la consellería de Sanidad del señor Feijóo se empeñan en recortarles las ayudas a personal, dejándoles con cuatro profesionales menos, y aquí no ha pasado nada. ¿Que por Utaca pasan cada año 1.000 pacientes adictos al alcohol, al tabaco o al juego? Pues desde el gobierno de Marea Atlántica se les ofrece, o bien continuar en un local donde las paredes se caen a pedazos y la instalación de luz es un cuadro tenebrista, sin ofrecer ni si quiera la posibilidad de un remozado, o bien trasladarse al Centro García-Sabell, que se encuentra prácticamente en ruinas –pese a que acordaron con los socialistas rehabilitarlo–. Y eso que ambos inmuebles son de titularidad municipal –si llegan a ser privados no quiero saber en qué estado se encontrarían si por el gobierno local fuese–.

Así las cosas, cabe preguntarse, si los actuales gobiernos autonómico y municipal son incapaces de ayudar a estas entidades, ¿qué podemos esperar de ellos en el futuro? ¿Tan poco les importa a PP y Marea A Coruña como para que la realidad más acuciante, más urgente, más humana, les suponga un problema de gestión? Tal vez sería interesante que esos políticos (i)responsables se acercasen a charlar, no solo con los profesionales que atienden estas entidades, sino, sobre todo, con los coruñeses que acuden a ellas a buscar la ayuda que la administración no ha podido o sabido darles. Puede que así descubran que tras las cifras frías se encuentran historias reales, con nombres, apellidos, familia, amigos, pasado, presente y, si de los socialistas depende, futuro. Un futuro por el que hay que apostar.

Donde la administración no llega

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