EL FINAL DE UNA CONQUISTA

Últimamente los recortes en sanidad están en el punto de mira. Hay pánico a que el sistema sanitario se venga abajo y no por fallos estructurales, sino porque el propio Gobierno lo lleve al colapso de manera aviesa, algo que, en principio, parecería inconcebible. Lo malo es que todo indica que así es. La realidad es terca. Ejemplos los hay para dar y tomar. Podríamos estar haciendo cábalas suponiendo cosas que no son y que tienen su origen en una animadversión hacia un Ejecutivo que, a tenor de sus decisiones y forma de obrar, se ha hecho irritante.
Pero no, en realidad la ojeriza ha sido a la inversa y de una manera evidente. La voz de alarma la están dando desde hace tiempo profesionales y expertos en la materia. No hay aspecto de la vida de los ciudadanos que no haya sido vapuleado, agredido o devastado por la optimista tropa de Mariano Rajoy que comanda esa señora que cada vez que comparece se asemeja una profesora echando un rapapolvo a atemorizados párvulos. Recortes en educación, en investigación, en salarios, en pensiones... Y ahora es la joya de la corona la que está amenazada.
El ejemplar sistema sanitario español empieza a hacer aguas, ya sea por desidia, por incompetencia o por mala fe. La gestión de la última ministra del ramo es fiel reflejo de la situación denunciada desde hace tiempo por profesionales, entre los que figuran prestigiosos médicos e investigadores.
Crece además el miedo a otra sospechosa y calculada privatización (una más), esta vez de la sanidad pública, con lo que el ciudadano quedaría a su suerte todavía más de lo que ya está. Otro patente menosprecio del Gobierno a todo lo que sea bienestar social. Y su ineptitud y torpeza.
Lo simplificaba el hepatólogo Rodríguez Agulló a propósito de la desidia del ministerio a la hora de acordar con el laboratorio fabricante el precio de un medicamento que curaría la hepatitis C, poniendo énfasis en que por muy caro que pueda resultarle el fármaco al Estado, a la larga será más barato que años de tratamiento convencional, de ingresos hospitalarios e intervenciones hasta llegar al trasplante. Las voces críticas se extienden a todos los ámbitos sanitarios. El final de una conquista, es decir, el derecho a una sanidad universal y de calidad, parece llegar a su fin.
La sanidad privada es lo que nos espera con estos señores del recorte. Tal vez el Gobierno pretenda seguir al pie de la letra aquello de lo que nos advertía el oncólogo brasileño Drauzio Varella, por cierto, de origen gallego, cuando aseguró que hoy en día se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad y en silicona que en investigación contra el mal de Alzheimer, con lo que dentro de algún tiempo habrá viejas con tetas grandes y duras y viejos con el ciruelo como de tungsteno, pero ninguno de ellos se acordará de para qué sirven.

EL FINAL DE UNA CONQUISTA

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