Neumonía

María Pita, pese a estar vacunada contra la gripe, ha cogido un catarrazo de agárrate y no te menees. Tose, tose, tose. Se abren sus carnes con violencia mientras gritos guturales estremecen garganta y sistema respiratorio. Una poderosa neumonía aprieta con dedos afilados a La Coruña amenazando sus pulmones y dejándolos sin aire. Hospitalizada por urgencias se resiste a los antibióticos y remedios que la medicina pone hoy a disposición de los pacientes. Ya lo sé.
No hay enfermedades sino enfermos y parece que nuestra ciudad atraviesa horas muy bajas que amenazan cruel decadencia. No es que el organismo no funcione bien, que el cerebro- como central nerviosa- haya dejado de dictar órdenes urgentes y concretas, que el amanecer alumbre malos augurios… Es que la laxitud ha atrofiado nuestros músculos y la depresión nos arrastra a un remolino de trágicas consecuencias.
Somos perecederos. Mortales. Nos desharemos en mil pedazos. Pero nunca sospeché que podría ser por consecuencia del desánimo que se ha apoderado de todos. Veníamos de épocas muy malas y habíamos conseguido superarlas. Sin embargo, aquella locomotora de Galicia ha entrado en la anemia de vías muertas que empujan al síncope seguro. No es que hayamos dejado de hacer cosas.
Es que dudamos de nosotros mismos. Sin fe, voluntad y esperanza por un mañana mejor. Ese que se escribe todos los días para superar la pulmonía que nos tiene atados a la uci hospitalaria.
Porque lo malo- los quince años señalados por Tácito como paso de generaciones- es que da la impresión que tiramos las ilusiones al cesto de la basura. No es que seamos agnósticos urbanos sino “antiteistas”- quizá producto de la inoperancia Marea que gobierna el consejo coruñés- pues no queremos “creer” en un dios doméstico que solucione los mil problemas que demanda la ciudadanía: Alvedro, Punta Langosteira, Ave, intermodal, barrios, arreglos demorados sine die...

Neumonía

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