Aquella frase, que unos atribuyen a Disraelí, otros a Mark Twain o vaya usted a saber a quién más, que nos ilustraba de que existen mentiras, malditas mentiras y estadísticas, es hoy en día, en la era de los supercomputadores, más certera si cabe. Lo cierto es que nuestro mundo depende y vive pendiente de las estadísticas. Estamos rodeados de ellas y no hay nada que sea analizado a la luz de los datos que nos ofrecen. Los políticos se sirven de ellas y las interpretan a su favor con descaro mientras los profesionales acuden a sus reveladores detalles para acometer un proyecto. Hay quien se lo pasa de fábula escudriñando porcentajes. Incluso el 10% de la información de un periódico, radio o cadena de televisión es alguna flamante estadística. ¡Vaya! Ya hemos caído en la trampa.
Las estadísticas nos cuentan que el 30% de las muertes por cáncer de pulmón están asociadas al tabaco. Amedrentados, inferimos que el humo del cigarrillo es peor que la peste. Pero ¡alto ahí!. Eso quiere decir que si tres de cada diez fumadores mueren por culpa del cáncer y los siete restantes no... entonces el tabaco tiene que ser por fuerza bastante saludable.
También nos dicen que el 25% de los fallecidos en accidente de tráfico no llevaba puesto el cinturón. Por esa regla de tres, si el otro 75% restante sí lo llevaba en el momento del siniestro, ¿deberíamos colegir que el hacer uso del cinturón de seguridad es como ponerse una pistola en la sien, girar el tambor y apretar el gatillo?
Según los expertos (siempre los expertos), la ingesta diaria de cinco piezas de fruta alarga la vida hasta un 40%. Esto nos obliga a tirarnos a los melocotones con afán desmedido.
Las estadísticas nos abruman. Las hay para todo tipo de asuntos: dos de cada diez jóvenes en edades comprendidas entre los 16 y los 20 años se emborrachan en Jueves Santo; los turistas británicos orinan en baños públicos un 60% más que los italianos, pero un 15% menos que alemanes y franceses y casi un 2% menos que los lituanos.
El porcentaje de los maridos que confiesan haber engañado en el último año a sus mujeres se acerca al 0,00001%, frente al “a tí te lo voy a contar%” de las esposas.
En definitiva, no somos más que datos porcentuales y númeritos. Pertenecemos al 15% del 38% que no es ni el 73% ni el 22% y que se aproxima al 14% de los que ni saben ni contestan. Somos el tres de cada diez de los que nacen con esto o aquello o sin esto ni lo demás allá y el tercio de lo que tal y cual cuando morimos.
En el ínterin, somos la quinta parte de cualquier chorrada, la mitad de a los que les caen por todas lados o las tres cuartas partes de quienes hacen de la estadística su faro y guía.
Así que al diablo con todo. Por mi parte, puedo decir con orgullo y satisfacción que pertenezco a ese 16,02% a los que las estadísticas les importa un huevo. Perdón, al 16,07%.