El tabloteo de tablas que entrechocan avisa con ruido atronador a cineastas. ¡Silencio, se vota! Secuencias variadas a la rosa de los vientos enmarcando todos los pueblos de España. Desde el mayor por importancia belleza o amenidad hasta el rincón provinciano donde han asestado los más sagazas el disfrute de la vida. Hoy meditamos la jornada de reflexión. Momento de examinar sobre nuestros popios estudios ínitmos y las concescuencias que pudiera deparar nuestra conducta. hay que pensar antes de obrar. La palabra lanzada ya no puede recuperarse. El voto depositado en la urna decidirá la gobernabilidad nacional. Como una secuencia cinematográfica esencial para el desarrollo de la peliícula. Se filman escenas anónimas al objeto de alcanzar metas políticas.
Hay respuestas para todos los gastos. Zapatero, preguntado sobre qué entendía por religión, replicó: “Considero como religión muchísismas cosas. Todo hombre es religioso. La esencia de la religión consiste en que el hombre se convierte en Dios, el hombre es Dios mismo. Y la tarea de la política es convertir, con la ayuda de la mayoría, al hombre mismo en objeto de veneración religiosa”. Mientras tanto Gracián había animado su oráculo prudente: “La reflexión en el proceder es gran ventaja en el obrar”, pues hemos olvidado a Dios y divinizado al hombre y por eso recordamos con Borges que los laicos no son de derechas ni de izquierdas; son incorregibles.
Esta jornada convierte a España en un cenobio sereno. Un monasterio donde impera el silencio. No cerrar la boca pero si bajar el volumen para poder oír. Ya Catón consideraba que el silencio no perjudica a nadie o, desde otro planteamiento más doméstico “mejor seguir en silencio y que crean que eres tonto a abrir la boca y elminar toda duda (Groucho Marx). Partidos. Papeletas. Opciones. Urnas como altares de la soberanía popular...