Formato y dialéctica

la controversia está servida. ¿Debió ser invitado el rey emérito Juan Carlos I al cuarenta aniversario de las elecciones democráticas celebrado por las Cortes Españolas?
Unos aseguran que sí, aun cuando fuera solo por actitud de hidalga gratitud; otros, los menos, entre ellos los tiralevitas de la Casa Real, que no por cuanto ello significaba restar protagonismo a nuestro monarca actual Felipe VI. “Fuera de la ley- aclara nuestro Jefe de Estado para los tiempos convulsos que atravesamos- solo hay arbitrariedad, imposición e inseguridad”. Unos decían que sí, otros decían que no y La Parrala así cantó. En todos los órdenes de la vida llegados a una encrucijada hay que superarla. Mundo traidor donde no hay verdades ni mentiras sino el color del cristal conque se mira. ¿Recuerdan el coro de doctores zarzuelero? El rey está rabioso o no lo está. Un formato ceremonial que de haberse celebrado en el Salón de Pasos Perdidos habrían asistido tanto el augusto padre del Rey como su esposa doña Sofía de Grecia.
Líbrenos de tomar apuesta por nadie en tan vidrioso asunto. Valga nuestro respeto a la monarquía institucional esté inspirada en el derecho divino o la elección visigoda alzando al monarcas sobre el escudo. Pues aquí lo que vale es la continuidad de la institución conforme explica el grito al fallecimiento del titular y la aceptación del sucesor: ¡El rey ha muerto! ¡Viva el Rey!. Mientras lo que subsiste es juego de palabras, enigmas, crucigramas intelectuales y razonamientos.
Como no se ha invitado al Emérito muchos tercian sobre la injusta bofetada a una figura señera de nuestra historia reciente. Primero aguantando mil humillaciones de Franco, después aceptando la abdicación de su padre Don Juan y, por último, amalgamando mil años de guerra incivil y cuarenta años de dictadura, facilitando el régimen democrático y defendiéndole con uñas y dientes...

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