Hubo un tiempo en el que el imaginario popular concedía la seguridad del Estado casi en exclusiva a la Legión. La suponía un Séptimo de Caballería llegando en el momento preciso y triunfante. Muchos la tenían como una fuerza de choque invencible. Hasta se le atribuían poderes sobrenaturales. La leyenda quería que su bravura, arrojo y un punto de locura hiciesen que el enemigo siempre acabase poniendo pies en polvorosa. Corrían multitud de historias sobre las hazañas bélicas de los novios de la muerte. Muy populares eran aquellas que describían la somanta de palos que acostumbraban a darles a los morabitos. La imagen de unos embabuchados corridos a guantazos hacía que la España en blanco y negro se fuese a dormir con la tranquilidad de saber que aquella tropa velaba por su seguridad manteniendo a raya de esa manera a los hijos de Abd-el-Krim. La Marcha Verde liquidó el simplismo fanfarrón. Pero así es como les gustaría zanjar las cosas a los hispanos. Rebosantes de ardor patriótico y a la brava. Y si hay que sacar los tanques a la calle, pues se sacan. Temblaban los políticos cuando en los años del plomo algún capitán general urgía a enviar los carros a las “provincias vascongadas” a cañonear. El asunto se resolvía en la destitución fulminante del Patton de turno y su traslado. Cierto día los ciudadanos los descubrieron más allá del “coñazo del desfile” cuando alguien los puso a rodar en Valencia en un sainete un 23 de febrero. En defensa de la nación, las libertades y los derechos civiles.
Como dicen que en su día hizo Kennedy, J.F., ejemplo de generaciones. Claro que sus tanques eran democráticos, vaporosos... no como los de Praga en primavera, que eran muy malos y que tanto hicieron llorar al Niño Jesús de allí mismo. O los de Tiananmen. Perversos. No, los del golfer americano eran buenos y amables... Como los que alguien en un arrebato dramático propuso soltar en Cataluña. Pero veamos: si no van a disparar contra algo o alguien, para qué quieres enviarlos. A ver, hombre, se te subirían a ellos como en una jornada de puertas abiertas de las FFAA. En último caso podrían arrollar y dejar chapado a algún contribuyente descuidado, aunque quedaría solo en un percance. Y si lo que se pretende es que escupan fuego será para hacer una escabechina. O el preámbulo del Armagedón. Qué fenómenos. En fin, ¿pero no decían que lo de Cataluña era una consulta de chichinabo? Pues para serlo hay qué ver la importancia que le conceden y la barrila que dan. Y lo agitados que se ponen. Hasta querer matar moscas a cañonazos. Como si no hubiese otras cumbias en las que menear el pandero.