El ciclo de “Grandes Intérpretes” de la Temporada Lírica 2014/2015 programó uno de esos conciertos que dejan huella en la Ciudad, el del bajo-barítono galés Bryn Terfel.
No hay misterios ocultos en la voz de Terfel: su timbre, afinación, estilo y colocación cumplen perfectamente con lo esperado para una figura de su talla. Y entonces, ¿cuál podría ser la clave del éxito obtenido en Palacio? Pues que a todas esas características se les suma una altísima capacidad como comunicador. No es exclusivamente un magnífico y talentoso cantante, Terfel es un auténtico actor, desenvolviéndose en escena con unas tablas fuera de lo común. Y por si esto fuera poco, se dirige al público y hace comentarios más o menos graciosos sobre las obras a interpretar, consiguiendo de forma sencilla romper esa barrera intangible, pero real, que existe entre el escenario y el público. Todo ello le transforma en un artista integral: cantante con altísima cualificación y actor con grandes capacidades interpretativas.
El recital consiguió un éxito arrollador y el público se rindió indefectiblemente a los encantos escénicos de Terfel de forma paulatina e irreversible.
El programa constó de obras de Wolfgang Amadeus Mozart, Kurt Weill, Arrigo Boito, Giuseppe Verdi y Richard Wagner, y por el medio, intermedios y oberturas, como la del “Don Giovanni”, de Mozart, que sirvió para abrir el concierto. También escuchamos la “Polonesa” de Eugene Oneguin, la “Obertura” de Nabucco y el “Preludio del Acto III” de Lohengrin, así como la “Cabalgata de las Valquirias”. La OSG cumplió con su cometido a la perfección, con momentos ciertamente hermosos, pero el director tuvo ciertas limitaciones. Gareth Jones no estuvo tan lúcido como cabría esperar, no por el hecho de permitir que la orquesta sonara a niveles acústicos por encima de lo recomendable para acompañar a una sola voz, pero sí por falta de ideas musicales que dieran credibilidad expresiva a las partituras, como las que deberían responder a todo el excelso desarrollo armónico de la Obertura de Mozart. No obstante, nada que enturbiara la calidad del evento, ya que Bryn Terfel, indiscutiblemente, brilló con luz propia.