CERRADO POR VOTACIONES

Llegan tiempos de delirio político, de pánico en rostros al borde de lipotimia ante el riesgo de perder sillones acolchados con mandunrrias distraídas. Son conscientes del frío que hace fuera de los despachos oficiales. En contradicción flagrante con declaraciones pasadas, arrojarán a la papelera de las promesas rotas. Serían capaces de vender su alma al diablo, cual Fausto con  Mefistófeles haciendo de corruptor, para que existieran los borradores de memoria  para anular el recuerdo colectivo que ponen el foco en las miserias personales de personajes públicos que no son conscientes de que ya son pasado. Sólo les falta declinar ese tiempo verbal. 
“Estos son mis principios…” decía Groucho, a lo que estos aprendices de cómicos en tragedia jurídica, añaden con vulgaridad: “…y si no me convienen, aquí tengo otros”. ¡Qué difícil es mantener coherencias! Dar la talla en política no es un concepto dimensional: tiene que ver con la ética, con el compromiso público, con la coherencia entre el discurso en papel couché y las inconfesables bajezas humanas. Por si todo ello no fuera suficiente, llegan los tiempos de campaña electoral, con unas trasnochadas pegadas de carteles que ni a pegamento huelen, aunque nuevas maneras inundan las pantallas. El delirio se apodera de unos candidatos que son capaces de pasar de lo inverosímil a lo ridículo. Nunca se había llegado tan bajo, con el amarillismo más zafio que roba discursos y pone a candidatos a bailar la Yenka, jugar al futbolín, rascar la guitarra o abusar de unos jubilados con cutres partidas de dominó. Los agitadores y estrellas de esta campaña son, sin lugar a dudas: Bertín Osborne, María Teresa Campos, Pablo Motos y Jesús Calleja. Las redes sociales sacan el ingenio al instante posterior de la noticia y a modo de ejemplo queda aquella foto en la que aparecían tres candidatos, debatiendo a cara de perro, pero con buen rollito, mientras en un plano inferior se veía a Bertín y su contrincante ensimismados en su partida de futbolín.
Tengan cuidado en los mercados con sus carteras, pueden ser distraídas por carteristas profesionales, por trileros en grupo o por políticos que les dan la mano; la misma con la que les han robado la sonrisa. Dicen las encuestas que los indecisos alcanzan más del 40% del censo. Si creíamos que lo habíamos visto todo, estamos muy equivocados. Puede empeorar. El Señor Cayo y su voto pasarán de la disputa al travestismo. Unos, vestidos de lagarterana, y todos, prometiendo aquello que incumplirán al minuto siguiente, ya tenemos experiencia, otra cosa es que tropecemos dos, tres o más veces en la misma piedra. No lo olviden, la culpable nos es la piedra, tan sólo nuestra torpeza. 
Mientras tanto, quien les escribe, cuelga el cartel: “Cerrado por votaciones” hasta que vuelva la verdad, por Navidad. 

CERRADO POR VOTACIONES

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