La ardilla mareada

Más de una vez he visto en nuestros jardines de Méndez Núñez alguna ardilla sorprendida correteando por las ramas de un frondoso y enorme árbol sito detrás de la fuente pequeña, cercano a una palmera y próximo al estanque de peces abrazado por el monumento a la insigna Concepción Arenal. Un bichoco inventado para que Walt Disney lo inmortalizase en su mundo mágico. Apenas veinte centímetros de longitud. Cola grande y peluda como plumero palpitante. Movimientos ágiles y vivos mientras hociquea gracioso al comer alimentos.
A tan singular personaje dedicó una de sus felices fábulas Tomás de Iriarte. Aquel ferviente humanista de vida tronchada (1750-1791) cuando todavía podría depararnos frutos excelentes. Porque las fábulas siempre aportan siquiera ‘’moralinas’’ para educar al personal. Así la conducta de nuestro alcalde Xulio Ferreiro, el Varoufakis de A Gaiteira, al recurrir a una cuestión de confianza (olvidando la remuneración de su rasputín particular, Iago Martínez) para aprobar unos presupuestos inestables de modificaciones en tres meses y anunciando una séptima por dos millones.
Comprobemos el paralelismo de la fábula y la gestión municipal. La ardilla mareada observa a un caballo alazán y osa criticar su galope obediente a espuela y rienda. ‘’Yo soy viva,/ soy activa;/me meneo,/me paseo;/ yo trabajo,/ subo y bajo,/ no me estoy quieta jamás’’. El buen potro-léase vecindario coruñés-que padece En Marea, replica analizando a sus mandamases: ‘’Tantas idas/ y venidas,/ tantas vueltas/ y revueltas,/ quiero amiga,/ que me diga:/ ¿son de alguna utilidad?... Remedamos al autor afirmando que muchos políticos son y serán ardillas si actúan frivolamente en la resolución de los variadísimos problemas sociales y urbanos que tiene pendiente de resolución La Coruña.

La ardilla mareada

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