La ciudad ha recibido un durísimo golpe con el anuncio de la multinacional Alcoa (Aluminium Company Of America) del cierre de su planta de A Coruña, junto con la de Avilés. La coruñesa es una instalación industrial con cerca de 60 años de historia. Los 369 trabajadores intuían que algo estaba tramando la dirección de la compañía, pero, al igual que en anteriores ocasiones, no llegaban a imaginar tamaño despropósito. La falta de inversiones, salvo las obligadas por la legislación medioambiental, anunciaban alguna nueva maniobra de presión desde la central, pero nadie esperaba este mazazo.
Alcoa se hizo en 1998 con la pública Inespal en la ola de privatizaciones del gobierno Aznar con la promesa de consolidar un sector nacional competitivo a nivel mundial. Veinte años después sólo quedará la de San Ciprián (Lugo), si no logramos revertir el cierre de A Coruña y Avilés.
Los trabajadores llevan años de lucha por mantener viva la planta. La multinacional llegó a utilizarlos como escudo a cambio de bonificaciones en la tarifa eléctrica, incluso les recortó el salario por no alcanzar el bono deseado, pero el esfuerzo, tesón y generosidad de la plantilla consiguió mantener la fábrica funcionando.
Alcoa siempre argumentó que el coste de la energía anulaba su competitividad, pero lo cierto es que en estos últimos años ese ya no era el principal problema. No realizaban las inversiones precisas para mantener la competitividad global, dedicándose a exprimir las instalaciones, rentabilizando la de San Ciprián con la venta de la alúmina a “precios de mercado”. Incluso desmontó líneas de una creciente aceptación en el mercado. Con esa arquitectura financiera de cambio del dinero entre plantas intentan fundamentar su decisión económica de cierre. Quien crea que las cosas se quedan ahí, está ciego. Entre otras implicaciones, esta decisión presenta serias amenazas para la competitividad de las empresas españolas que transforman el aluminio primario. Cerca del 90% de su consumo provienen de las tres factorías de Alcoa y ahora tendrán que importarlo del oligopolio que forman Alcoa y otras dos multinacionales más a “precios de mercado”.
La jugada pone en jaque un sector industrial con gran importancia estratégica en el mundo, al ser un material con aplicaciones en múltiples sectores: aeronáutico, automoción, construcción, gran consumo,… España, si no se remedia, será dependiente del exterior para el suministro. Ya lo denunció Trudeau recientemente desde Canadá, el dumping Chino en la fabricación de aluminio primario era intolerable porque pone en riesgo la viabilidad de industrias estratégicas, ajedrez global en el que anda Alcoa.
Ahora debemos encontrar soluciones con el apoyo unánime de las administraciones, dejando la política partidista aparcada, porque los trabajos amenazados lo exige. Hay salidas, como por ejemplo un inversor alternativo con industria en la larga cadena de valor del aluminio o soluciones pactadas con la multinacional para mantener las plantas con un plan de ayudas acompañado de un compromiso de inversión. Pero si todo se tuerce, las administraciones deben proponer planes alternativos que tengan que ver con ofrecer futuro a todas esas familias. Los socialistas de A Coruña ahí estaremos, detrás de los trabajadores, cooperando para ese fin.