MANUEL ROMERO

La exposición “Impulsos” de Manuel Romero, en el Palacio Municipal coruñés, resume cuarenta años de dedicación a la pintura, con una selección de quince obras que incluye retratos, paisaje y abstracción. Manuel Romero vivió su infancia y juventud en A Coruña, ciudad donde comenzó a pintar de modo autodidacta, pero en la década del 70 marcha a Londres y completa su formación en el Royal Collage, con lo que su formación es fundamentalmente británica, en lo que a técnica se refiere.
No obstante, él se considera un pintor visceral, que vive cada cuadro como una aventura íntima y solitaria, en la que aparecen recuerdos de la infancia, rostros de la tierra que se agigantan, rúas de Noia, o plenitudes vegetales.
Pero, ante todo, aparecen evocaciones sin nombre que tienen concomitancias musicales, como en el cuadro “Homenaje al Adagio de Albinoni”, del año 1976, formado por levitantes matices de transparentes azules sobre un fondo amarillo claro, con leves toques de carmín; un entramado de finísimos líneas viaja por esos colores, como hilos de notas que se van adelgazando hacia lo invisible o hacia donde se estira la maravillosa melancolía del inmortal adagio. Manuel Romero demuestra que puede hacer obra realista, pero es en la abstracción donde consigue sus mejores logros, donde muestra mayor libertad y alcanza a armonizar las masas de color de un modo más sutil, más elegante y abierto. Abierto hacia las lejanías inalcanzables es su “Camino longuísimo na noite”, formado por gaseosas cortinas o auras color gris de payne y dorado que flotan y se alargan hacia la inmensidad.
Así pues, el cuadro adquiere importancia simbólica, puede hablar de la vida y de sus anhelos; puede hablar del tiempo que se va diluyendo en humo; puede hablar de las emociones que rasgan el corazón y dejan heridas como esa ligera mancha color sangre que atraviesa el cuadro.
La obra Éxodo nos ofrece la posibilidad de imaginar continentes y aguas que viajan, pero aún más galaxias y cúmulos y astros que no dejan de girar. Y el ojo de la eternidad, que él titula en inglés At the edge of eternity, es como el mapamundi del firmamento, que condensa de algún modo todo el sentir cósmico que algún autor francés atribuye a los pueblos celtas.
Así que, por esos derroteros de lo innombrable, Manuel Romero encuentra quizá lo mejor, lo más expresivo, lo que mejor define nuestra alma galaica.

MANUEL ROMERO

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