El suceso de este lunes en el Barrio de las Flores, en donde los vecinos se concentraron frente a un inmueble okupado hasta que consiguieron que lo abandonaran, preocupa a las autoridades policiales, que temen que cunda el ejemplo entre los vecinos de otros barrios: A Falperra, O Castrillón, Os Mallos o Palavea tienen todos sus propios inmuebles okupados, y en muchos casos han surgido problemas de convivencia por ese motivo.
No hay que olvidar que no se trata de la primera vez que particulares deciden tomar el toro por los cuernos contra la ocupación irregular en A Coruña: en julio del año pasado, afectados por la usurpación de una vivienda en Perillo organizaron una campaña de caceroladas en las que se vivieron momentos de tensión con la familia que se negaba a abandonar la casa. Al parecer, una de las ocupantes golpeó a una señora con la cadena que cerraba el candado del portal. En esas mismas fechas, vecinos de A Zapaiteira convocaban otra protesta después de que un okupa presumiera en las redes sociales de la casa que había allanado.
También A Falperra, en noviembre, estuvo a punto de movilizarse contra los okupas de Doctor Fleming, pero no lo hicieron debido a las amenazas.
A menudo los okupas generan problemas de convivencia y provocan situaciones de inseguridad. En Os Mallos, por ejemplo, se les acusa de continuos hurtos, robos con fuerza en establecimientos, destrozos y peleas y los vecinos ya han hablado de manifestarse por este motivo, para reclamar la actuación de las autoridades.
Perfil
El perfil de los okupas de Os Mallos, como el de los de A Falperra, es el de jóvenes magrebíes en situación irregular. En el caso del Barrio de las Flores, donde abandonaron la casa cuatro personas, dos de ellas eran inmigrantes irregulares que antes estaban en A Falperra, pero otros dos eran coruñeses de unos 19 años que, según fuentes cercanas, provenían de familias desestructuradas. Una de las mujeres, además, estaba embarazada. Sin embargo, los vecinos, que cuentan con una plataforma en defensa del barrio, aseguran que causaban problemas de convivencia, aunque a la policía no le consta ninguna denuncia.
En cualquier caso, el fenómeno de la ocupación como resultado de la exclusión social sigue creciendo. El trabajador social de al Cocina Económica Pablo Sánchez es consciente de ello. “El 3% de los casos nuevos que teníamos en 2019 eran de gente que había optado por la ocupación”, señala. En 2020, la cifra bajó hasta el 1%, pero el Covid falseó las cifras. Además, muchos mienten.
“Camuflados”
Desde la Cocina Económica detectan okupas “camuflados”: gente que alquila un piso de forma legal pero que no tiene la intención de cumplir el contrato. Suelen alquilar habitaciones a terceros, y a veces ni siquiera viven allí. “Conocemos varios casos de usuarios que alquilan habitación pero que su casero no paga el alquiler”, asegura Sánchez. Esto repercute en el acceso a la vivienda, porque los caseros piden cada vez más requisitos para protegerse. “Ocurre lo mismo con las protestas. La gente se siente indefensa. Por eso es necesario una nueva ley contra este fenómeno”, dice.