El corazón de María Pita llevaba más de un año parado. El reloj del Ayuntamiento ya no daba la hora y los vecinos lo echaban de menos. Tanto que, de forma diaria, se lo hacían saber a un joven relojero que tiene su local, Nemesio, al lado del Palacio Municipal. Se trata de David Rodríguez, que, junto a José Antonio García, de Postventa, han sido las manos encargadas de darle vida de nuevo a este símbolo centenario para todos los coruñeses.
El trabajo fue “faraónico”. Tras presentar un proyecto al Ayuntamiento, estos dos coruñeses contaron con la colaboración de Jan y Jaume Doménech, dos amigos de David que no dudaron en acudir a la ciudad desde Barcelona para formar parte de este pequeño equipo. Tres semanas, desde el 26 de febrero hasta el 17 de marzo, bastaron para hacer que el reloj volviese a sonar en la céntrica plaza, pero no fue tarea sencilla.
Estos cuatro profesionales tuvieron que desmontar el viejo reloj, cubierto de grasa, tierra y en mal estado; bajarlo por escaleras de sesenta centímetros de diámetro (cargando con piezas de entre veinte y sesenta kilos) y transportarlas para hacer que cobrase vida de nuevo. También se ocuparon de limpiar y restaurar la sala en la que se encuentra este símbolo coruñés, en una de las torres del palacio. Y todo ello en jornadas de hasta quince horas diarias.
El proceso
“Estuve cerca de un año detrás de este proyecto. Primero me reuní con la alcaldesa y el jefe de Interior, y luego estalló el covid, pero después de todo, tras presentar la alternativa, escogieron la nuestra”, afirma David. Su idea era montar un equipo desde el principio. Él es especializado en Rolex antiguos y restauraciones; José trabaja con marcas como Omega, Cartier y Swatch; y Jan y Jaume pertenecen a una familia de relojeros mundialmente conocida.
Eso, sí, la ilusión para todos era la misma: “Ser los responsables de que María Pita volviese a tener hora; salvar el reloj y devolver a los coruñeses lo que es suyo”, reconocen.
Para ello siguieron el “método suizo”, es decir, “empezar por realizar un diagnóstico”. “Buscamos el problema, que eran los años, el desgaste y la suciedad; por ello, teníamos que desmontarlo, limpiar y probarlo. Incluso hicimos piezas nuevas que estaban rotas o faltaban y, al montarlo, funcionó perfectamente al momento”, relatan estos dos relojeros coruñeses.
El mayor reto fue, “sin duda”, la grasa acumulada durante tantos años. “La limpieza fue lo más difícil”, señalan, además de bajar las piezas pesadas por el hueco de la pequeña escalera. Ahora, con el reloj en perfectas condiciones y en funcionamiento, David y José acuden cada día a esta torre para darle cuenta y limpiarlo. “Si lo tratas con cariño te puede durar otros cien años más”, comentan. Cariño, desde luego, no les falta, y es que de esta experiencia solo se llevan recuerdos positivos. “Fue un trabajo muy bonito y lo disfrutamos mucho. Las vistas que hay desde la torre del reloj hacían que todo fuese más especial”, dicen.
Al fin y al cabo, la de María Pita no es una esfera cualquiera. “Hoy todo el mundo tiene reloj, pero esta es la hora de A Coruña”.