Muy normal no resulta, o al menos no tiene precedentes, que todo un presidente del Gobierno se haya implicado en el cuerpo a cuerpo de una campaña electoral, como ha hecho Pedro Sánchez en esta del 4-M. Ni que hasta la máximo responsable de la Guardia Civil –cargo que suele y debe brillar por su introversión política– haya comparecido y participado en la misma. Pero ello da fe de la importancia que Gobierno y PSOE han dado y dan a las elecciones del martes. Han ido a por todo y con todo. Por eso cabe bien concluir que se trata de unas autonómicas disfrazadas de generales.
Y es que, por una parte, se dirime una confrontación entre dos concepciones de la vida política y social: la libertad que viene practicando el Partido Popular y el intervencionismo que siempre ha definido a la izquierda. Por otra, se presenta una magnífica oportunidad para demostrar sobre el terreno que el autosuficiente sanchismo y sus controvertidos socios pueden ser derrotados en las urnas. Demostración extrapolable a la política nacional. Y si se quiere, se trataría también de una prueba de desembarco en una plaza escaparate de tantas cosas como Madrid, en la que la izquierda no gobierna desde hace treinta años; desde los tiempos del socialista Joaquín Leguina.
¿Y cuál puede ser tal repercusión de las elecciones del día 4 en el escenario político nacional? Aventurado resulta adentrarse en este terreno. Pero echando mano de expertos en pronósticos como el director general de Metroscopia, Andrés Medina, sí cabe al menos anticipar posibles tendencias.
A su juicio, en el ámbito de la derecha, Díaz Ayuso no tiene rival a la hora de capitalizar el enojo existente ante lo que se percibe como dogmatismo de una izquierda autoerigida en referente moral indiscutible y definidora de límites democráticos para los demás que no fija para sí misma.
Es –añado yo– una mujer sin complejos para enfrentarse al sanchismo. En cambio, Pablo Casado, desde la oposición, se verá en dificultades para conseguir apoyos extramuros del PP, que habrá de disputar con Abascal.
En la izquierda, los dos partidos que conforman el Gobierno nacional (PSOE y Podemos) no saldrían reforzados. El PSOE lograría su peor resultado histórico en Madrid. Mientras, los esfuerzos movilizadores de Iglesias habrían resultado más beneficiosos para Mónica García que para él. Más Madrid vería fortalecidas sus posiciones y estaría en condiciones de abanderar una forma de entender el país desde la izquierda, con una retórica renovada, más a la europea. Y menos amenazadora, agregaría yo por mi parte. Lo que sí parece hoy por hoy más seguro es que habrá una participación masiva: según el barómetro de GAD 3, puede llegar al 76 por ciento; esto es, ocho puntos más que en 2019. Un récord histórico en unas autonómicas de Madrid y a pesar de celebrarse en día laborable.