Los peritos no logran concretar el número de armas usadas en el crimen de Aranga

Los peritos no logran concretar el número de armas usadas en el crimen de Aranga
Los acusados y sus defensas escucharon ayer en la Audiencia las conclusiones de las pruebas periciales a. aparicio

Los cinco meses que transcurrieron desde la muerte de los dos hombres desaparecidos en Muros en noviembre de 2008 y la localización de sus cadáveres, descuartizados, en la fosa séptica de una casa unifamiliar de Fonteculler juegan en contra de la investigación del doble crimen. El deterioro que habían sufrido los restos impide extraer de ellos toda la información que contendrían de no haber permanecido dentro de una alcantarilla anegada tantos meses, tal como reconocieron ayer varios de los peritos del Instituto Nacional de Toxicología que declararon ante el tribunal de la Audiencia Provincial que enjuicia a las siete personas acusadas de los asesinatos y el posterior descuartizamiento de Javier Toledo y Manuel Ramón Luces.

No lograron \“resultados concluyentes\” que permitan responder a alguna preguntas cruciales para las defensas, como el número de armas que se emplearon en los ataques, que podría ayudar a determinar si los asesinos fueron varios o solo uno. De seguir la tesis de la Fiscalía, la autoría de las muertes recae en una de las personas que desde el 30 de abril ocupan el banquillo, José Ramón Blanco Vila, Coque, para el que se piden 53 años de cárcel, mientras que al resto solo se les culpa de haber colaborado en la mutilación y ocultación de los cuerpos.

Los autores sellaron los accesos al sótano donde estaban los cadáveres \“para evitar que saliera el olor\”

Tal como expusieron en la sesión del juicio de ayer los facultativos que analizaron las pruebas, los cadáveres presentaban heridas de diferentes características, originadas por objetos contusos e incisas, además de los disparos que ambos fallecidos habían recibido en la cabeza. \“No se puede deducir si fueron una o varias armas blancas\”, respondieron los especialistas, cuestionados por la multiplicidad de lesiones que estudiaron en los cuerpos.

En vida > La avanzada descomposición que sufrían los tejidos analizados hace imposible saber a ciencia cierta si las cuchilladas se produjeron en vida. \“No puedo asegurar que fueran ante mortem\”, reconoció una de las peritos del servicio de histopatología, que sí concluye que estas se produjeron \“en un período muy cercano a la muerte\”.

En cuanto al orificio que presentaban los cráneos estudiados, los expertos del área de criminalística del Toxicológico solo pudieron deducir que uno se causó con un arma de fuego de calibre pequeño y a media distancia, aunque no pudieron afirmar tampoco si la pistola empleada en los dos casos fue la misma.

Algo más esclarecedores resultaron los análisis a los fémures de las dos víctimas, que fueron examinados en relación a las mutilaciones. Según los facultativos que los estudiaron, las lesiones eran compatibles con un descuartizamiento, por estar situadas en el extremo del hueso, presentar características de tracción y haber sido infligidas después de la muerte. En cuanto al tipo de utensilio utilizado, los expertos hablan de un machete o similar y un cuchillo eléctrico o algún otro instrumento animado con dientes de sierra.

Registros > Otras cosa es determinar si las armas que fueron halladas en los domicilios de Blanco Vila y su mujer–también acusada– y de otros dos procesados son los que se emplearon en la manipulación de los cuerpos: una pistola, varias catanas y hachas, en el caso de estos últimos, en Orro, y una rebarbadora con el disco de corte roto, una sierra y dos hachas en el sótano en la casa de Aranga donde murieron los traficantes.

En la vivienda de Blanco Vila se encontraron también varias prendas con restos orgánicos pertenecientes a las víctimas, tal como informaron ayer varios agentes de la Guardia Civil presentes en el registro de Aranga, en abril de 2009; como también constataron, la vivienda había sido remodelada recientemente: las puertas habían sido lijadas, el suelo, sustituido por parqué flotante y la estancia principal, modificada.

Algunos de los materiales de esa reforma son, según estos peritos, los que aparecieron encima de las bolsas que contenían los restos cadavéricos en Fonteculler. Estaban, según confirmaron, en dos fosas sépticas ubicadas en el sótano del inmueble, cuyos accesos habían sido sellados, al igual que las tapas del alcantarillado, con poliuretano. \“Para evitar la salida del olor, supongo\”, aventuró uno de los investigadores.

Los peritos no logran concretar el número de armas usadas en el crimen de Aranga

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