as aventuras y desventuras que cuenta Miguel de Cervantes de don Quijote y de su fiel escudero retratan el carácter y las costumbres de los españoles de aquel tiempo y, en palabras del profesor Moreno Báez, nos permiten conocer “la España eterna”, porque en muchas maneras los españoles seguimos siendo los mismos.
En el capítulo XXII relata la liberación de los galeotes, ”doce hombres ensartados en una gran cadena de hierro” que, en castigo por sus delitos, eran conducidos a pie por cuatro guardias armados a remar en las galeras del rey.
Después de escucharlos, don Quijote, fiel a su alta misión de “socorrer a los miserables”, se enfrentó a los guardias, puso en libertad a los desdichados presos y en agradecimiento les ordenó que fueran al Toboso a contar a Dulcinea que alcanzaron la libertad gracias a él. Pero los galeotes, desagradecidos, en lugar de cumplir el mandato, arrojaron “una nube de piedras” contra su libertador y contra su fiel servidor a los que dejaron malheridos y “viéndose tan mal parado, don Quijote dijo a su escudero: “Siempre, Sancho, lo he oído decir, que el hacer bien a villanos es echar agua en el mar”
Rescato esta aventura del Hidalgo de la Mancha a propósito del indulto con el que el presidente Sánchez, emulando a don Quijote en su afán de “desfacer” el problema de Cataluña, va a “liberar” a los políticos condenados por graves delitos. Con el pretexto del entendimiento y la concordia, busca su supervivencia política y comete un grave error que se volverá en contra suya, de su gobierno y de su partido porque los secesionistas condenados volverán a delinquir -“ho tornaran a fer”- y le pagarán con y nuevas exigencias y chantajes, como suelen hacer los que en Galicia llamamos “malnacidos”.
“Frente a los separatismos nacionalistas hay poco que hacer. No sirve de nada ofrecerles 10, porque entonces quieren 20, después 50 y después 100. Lo que quieren es su propia bandera”, dice el canadiense Stéphane Dion, embajador de su país ante la UE y una autoridad en procesos de secesión. “La democracia y el principio de legalidad, añade, son inseparables y la unidad de España debe resolverse con arreglo a la Constitución”.
Justo lo que estos “galeotes catalanes” rechazan. Tal como está ahora el problema, la fantasía independentista puede tener algún remedio tratándolo en el diván del psiquiatra, pero no tiene solución en un diálogo abierto que es imposible mantener con aquellos cuyo modo de vida depende de no dejarse convencer. Su fanatismo les nubla la mente y pierden el sentido de la realidad. Por eso cobran actualidad las palabras de don Quijote: “hacer bien a villanos es echar agua al mar”. ¿Lo entenderá el presidente?