Hace años que guardo en una carpeta noticias publicadas, tan raras que cuesta trabajo creer. En ese peculiar archivo están, entre otras historias, la de una juez de Tenerife que citó a una perra como testigo en un juicio por maltrato animal; la de un argentino con 37 hijos que pidió la vasectomía al gobierno; o la de un vecino de Ourense de 69 años que intentó huir de la Guardia Civil en un tractor.
La semana pasada incorporé a esa carpeta la noticia del “secuestro” del libro La mala prensa del eucalipto, editado por la Diputación de Pontevedra, que también parece increíble. Lo denunció su autor, el periodista Miguel A. Boó que acusó al BNG, responsable del área de Cultura del ente provincial, de paralizar por intereses políticos la distribución del libro que lleva seis años en el sótano del edificio.
El secuestro me impidió conocer el contenido del libro, pero reconforta saber que no es un panfleto. Es la tesis doctoral de este veterano escritor que dedicó años a recoger datos sobre el eucalipto desde 1975 a 2010 en diarios gallegos, nacionales y revistas, que contrastó con las informaciones de decenas de libros y más de un centenar de trabajos científicos publicados sobre este árbol. La tesis fue defendida en la Universidad de Vigo y calificada con sobresaliente cum laude.
La denuncia de Miguel A. Boó, que no fue desmentida de manera oficial por la Diputación, es de una gravedad democrática extrema. El libro, dice, “non está nin a favor nin en contra do eucalipto, simplemente aporta datos e chega a conclusións, como toda investigación”. Pero los responsables del Área de Cultura de la Diputación creen que la tesis defiende a este árbol, proscrito por el nacionalismo, y se negaron a distribuirlo “mentres nós estemos aquí”. Y también “porque está escrito en castellano”. ¡Asombroso!
El hecho cierto es que estos políticos creen tener poderes que la razón democrática no otorga y están privando a partidarios y detractores del eucalipto de un texto avalado por la Universidad de Vigo que, sin duda, aporta luz al debate. Lo grave es que, parafraseando al poeta y ensayista Heinrich Heine, quienes secuestran libros pueden acabar secuestrando las ideas y el pensamiento libre de los ciudadanos.
Leer, decía Descartes, es abrirse a nuevos horizontes conversando con sabios del pasado y del presente. Y los libros –este también– son el mejor antídoto contra la incultura y el sectarismo fanático, actitudes incurables sin la lectura.
Tengo poca fe en el espíritu corporativo, pero creo que el “secuestro” de un libro avalado por el rigor de una Universidad gallega es un ataque a la libertad de expresión que deberían denunciar las asociaciones de la prensa.