En la Eurocopa, los muchachos de la selección española desplegaron un buen fútbol hasta que la fortuna les fue esquiva en la suerte suprema de los penaltis y sus fallos les echaron de la competición que ganó Italia, su verdugo. Pero el objetivo de este comentario no es el análisis de la Eurocopa, ni del juego de la Roja, que hacen mejor los colegas de deportes que auguran un gran futuro a esta generación de jugadores.
Traigo esta cita a colación por la declaración del presidente del PNV unas horas antes del decisivo partido España-Italia. Andoni Ortuzar, “con su fascinante oratoria de quesero medieval” -en palabras de Jorge Bustos- afirmó que al principio “iba con Escocia y ahora como seguidor del Athletic soy del fútbol inglés de toda la vida”. Dado que hace dos años dijo que “sentirnos españoles, ¡ni por el forro!”, tampoco ahora se declaró fan del equipo español -¡vade retro!- no vaya a ser que le salga un sarpullido.
Pero la apuesta futbolística de Ortuzar por Inglaterra, que veía triunfante, es como una metáfora de la capacidad camaleónica del nacionalismo vasco que siempre juega a caballo ganador, tiene “la suerte de los campeones” y casi siempre acaba ganado.
Ganan en Euskadi donde gobiernan sin que nada les pase factura. Ni siquiera la mala gestión de la caída del vertedero de Zaldivar en febrero de 2020 que mató a dos operarios y uno aún sigue bajo los escombros. Fue su peculiar “Prestige” que provocó críticas y protestas, pero en las elecciones de ese año el PNV cosechó más votos.
Tampoco les castiga la corrupción. El “caso De Miguel”, la red que otorgaba contratos a cambio de comisiones, llevó a prisión a varios dirigentes del partido. Era una trama parecida a la Gürtel del PP que ocupó decenas de portadas en los medios, mientras que la trama vasca se difuminó en páginas interiores en un par de días, lo que revela un gran poder de control.
Ganan también cuando “venden” sus votos a los Gobiernos de España. El último ejemplo fue la moción de censura de 2018 que apadrinaron a cambio de concesiones días después de votar el presupuesto de Rajoy. Su ideología conservadora no tiene escrúpulos en sostener a un gobierno que integran izquierdistas radicales y apoyan también sus rivales de Bildu. El fin justifica los medios.
Ellos van a lo suyo, pero transmiten la imagen de no haber roto un plato y dan lecciones éticas a todos con una supremacía irritante heredada de Sabino Arana –¡lo que este hombre decía de los gallegos!–. Es su forma de hacer política para conseguir objetivos apostando siempre sobre seguro. Como Ortuzar con Inglaterra, aunque el domingo fallaron sus cálculos por minusvalorar la casta futbolística de los italianos.