Los periódicos gallegos publicaron en los últimos días tres buenas noticias relacionadas con el tren. La primera, que el AVE llegará a Galicia antes de que termine este año, dijo la gallega Pardo de Vera, secretaria de Estado de Infraestructuras. A ver si es verdad, porque el tren rápido fue anunciado en tantas legislaturas y por tantos políticos que esa promesa se pierde en la penumbra que envuelve los acontecimientos ocurridos hace muchos años.
La segunda es la adjudicación de las obras de la línea Lugo-Ourense -electrificación Lugo-Monforte y actuación importante en el tramo Monforte a Ourense-. Algo es algo. En los dos últimos años se anunciaron inversiones millonarias para modernizar este trayecto, pero las dotaciones económicas más significativas aún están pendientes.
La última es el compromiso de los Gobiernos portugués y español con la alta velocidad Lisboa-Porto-Vigo-A Coruña, “a maior achega de impulso político a eurorrexión”, dijo el presidente de la Xunta, aunque falta una mayor concreción del proyecto.
Estas son las buenas noticias. El silencio atronador –ejemplo de oxímoron– es el que rodea los trayectos ferroviarios que unen A Coruña con Ferrol y Lugo, para los que nada hay presupuestado. La vía A Coruña-Ferrol, que debía dar servicio a medio millón de habitantes del arco ártabro, tiene el mismo trazado desde 1913 y los tres trenes diarios que comunican las dos ciudades son los más lentos de España. Algo parecido ocurre con la vía A Coruña-Lugo que tuvo pocas mejoras desde 1875 y los trenes tampoco son competitivos en horarios, frecuencias y duración del viaje.
¿Por qué “a nosa señora de ferro” que, decía Curros, traía el desarrollo y el progreso, circula cansinamente hacia Ferrol y Lugo? La respuesta es sencilla: porque estas dos ciudades no tienen valedores políticos. Quedaron al margen de los avances ferroviarios del resto de Galicia por la simple razón de que los diputados que pidieron el voto para representarlas en el Congreso, tanto del partido gobernante, como del que lidera la oposición, no exigen en Madrid un tren moderno que las proyecte al exterior.
Sorprende también el silencio del Parlamento, del Gobierno gallego, de los alcaldes y de la sociedad civil ante esta marginación ferroviaria a los ciudadanos de Ferrol y Lugo que tienen derecho a que se les garantice la movilidad en tiempo y forma, con un tren decente como medio de transporte.
Va a resultar que un solo diputado de Teruel Existe consigue más para su provincia que todos los diputados gallegos en Madrid que, hoy como ayer, se limitan a ejercer de cuneros sin pelear por mejorar la tierra que representan. ¿No les dará vergüenza pasear por Ferrol y Lugo?