Julia Ares se define como una “coruñesa de Orillamar”, nacida en casa, “como se solía hacer entonces”. Con un año, sus padres se trasladan a Pla y Cancela y ella empieza ir al colegio a las Josefinas. Con poco aprovechamiento. Con seis años, la monja ya lo tiene claro: “Llamó a mis padres para decirles que tan pronto pudieran metieran a la niña en la escuela de arte porque no daba palo al agua, pero destacaba pintando el papel del elefante”, recuerda.
¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de A Coruña?
Recuerdo cuando mi abuelo me bajaba en el autobús a comprar el barquillo en el barquillero que había en los jardines, que pocos os acordaréis. Tendría cinco años o así. Recuerdo aquel el aparato rojo que me encantaba...
¿Cuál era su colegio?
Las Pepas. Pero era una estudiante nefasta. Para no repetir, me mandaron al Agra del Orzán. Allí me dieron un premio de tarjetas de Navidad de toda España y a mis padres les fue quedando claro qué era lo mío. Eso sí, tenía que acabar el bachillerato como fuera y me recorrí todas las pasantías de la ciudad: doña Chiruca, doña Maruja, don Rafael, don Carlos… Todas menos en La Checa, porque en esa sabía fijo que cascaban. Hoy sería una niña con el síndrome de déficit de atención.
Y se va a la Escuela de Arte.
Empecé a los 11 años, de oyente. Y estuve hasta los 18. También me marché sin título porque me encabroné con un profesor y dije: “A tomar por saco”. Iba a aprender, a mí el título no me interesaba absolutamente para nada.
¿Qué es lo que le hace sentirse orgullosa de su ciudad?
El eslogan de la ciudad, el de que aquí nadie es forastero, siempre me encantó. Y damos fe de ello porque aquí la gente pregunta a cualquiera y ves que cuando alguien está dudoso lo acompañamos. Es una ciudad muy cómoda para vivir. El Paseo Marítimo, es pequeña... tiene lo justo. Y realmente es muy bonita.
Me recorrí todas las pasantías de la ciudad: doña Chiruca, doña Maruja, don Rafael, don Carlos… Todas menos en La Checa, porque en esa sabía fijo que cascaban
¿Por qué eligió este como su rincón preferido de A Coruña?
Cuando se inauguró el segundo tramo del Paseo Marítimo me quedé abraiada. Absolutamente, porque estabas metida en el océano por completo, no sabía que existía ese tramo, ni esa especie de islotes pequeños que hay allí y me pareció un espectáculo maravilloso. Muchísima gente de La Coruña no ha pasado de la bola, que no ha ido allí y es un sitio precioso, aparte de que está la escultura de la Ventana abierta al Atlántico, que es una preciosidad, pero lo que es todo ese entorno, estar metida dentro del mar directamente. Pocos paseos hay que tengas esa visión.
Y esa escultura suya, que también hay poca gente que la conozca.
Si no han pasado de la bola, obviamente, pero más que por la escultura es por el entorno, que es bellísimo. De hecho, el formato inicial era más pequeño, pero al ir allí y ver la dimensión de aquello tuve que hacerla más grande.
Ha comentado a veces que hay confusión entre lo que significa la escultura y lo que la gente cree que significa...
La idea eran los colores del arcoíris y, por el otro lado, dibujos relacionados con el mar. Pero justo el día en que tenía hechos los dibujos para pasarlos al metal escuché lo de los atentados del 11-M por la radio. Fue un flash tan grande que se me ocurrió empezar a llamar a gente de todo tipo: desde generales hasta políticos, agnósticos, religiosos... Hay 150 manos y pasaron todas esas personas por el taller a colocarla. Es como si todas esas manos revolvieran esos colores, como si algo nos hubiera revuelto por dentro.
Muchos creen que es un homenaje a las víctimas del terrorismo...
El que se inaugurarse un monolito para las víctimas del terrorismo enfrente, aunque fuera posterior, no ayudó. Estaba encargada la pieza un año y medio antes del atentado. Aunque es verdad que fue hecha antes del homenaje que se inauguró luego en Madrid. No es realmente un homenaje más del terrorismo, sino un sentimiento personal que me dejó a mí ese tema. Un homenaje es cuando es cuando lo encargas con ese motivo.
Lo que sí conoce la gente son las otras piezas suyas del paseo. Esas que hay en cada farola. ¿Qué sensación le produce eso de estar casi omnipresente?
Ahora mismo, mucha lástima. Muchas de ellas están estropeadas. Llevan más de treinta años y no hubo nunca una rehabilitación ni una limpieza y es obligado por ley mantener todo lo que sea de patrimonio.
Seguramente muchos sepan que los esmaltes de cada farola son distintos, pero no que están colocados estratégicamente según la historia del lugar donde están.
Hay mucha gente que sí, que los tiene estudiados. Todos van contando la historia de la ciudad. Por ejemplo, en Adormideras, por qué se llamaba así, porque la gente no sabe que todo eso era una plantación. Por la parte de la Torre están todos los deportes que marcaron un mito. Aquí se batió un récord de atletismo, tuvimos un equipo campeón de baloncesto, está también el escudo del Deportivo... Pero la gente lo conoce, es verdad, aunque algunos aún creen que me forré a costa de eso. Y la verdad es que el que pintó las farolas se llevó 3.000 pesetas más que yo por cada una.
¿Cómo ve la evolución de la ciudad estos años?
Estamos intentando hacer una ciudad abierta al mar y eso está muy bien porque realmente vivíamos de espaldas al mar. Lo malo, edificios que no debieron hacerse nunca o las terrazas de María Pita, estropeando la plaza. Todos los políticos hacen cosas buenas y cosas malas y nunca llueve a gusto de todos. Hay que pensar que esta es una ciudad pequeña y que hay que empezar a coger el autobús e ir andando. No estamos mentalizados, somos un país de gente cómoda y protestamos por todo, pero hay que ver un tema comunitario, lo que mejor convenga a la sociedad. A mí, por ejemplo, no me benefician en nada los árboles porque me meten las hojas dentro y me paso el día limpiando, me tapan el escaparate... pero entiendo que los árboles son beneficiosos.
Cuando viene gente de fuera, ¿dónde los lleva?
Hago un repaso por toda la ciudad, de cabo a rabo. Obviamente, al monte de San Pedro, que es una belleza, pero todo lo que es la ciudad, no se pierden nada. A la Casa de los Peces y a la Domus y, hace años, al planetario, porque antes solamente lo había aquí.
¿Sabe qué bus tiene que coger para ir a su casa?
Solo cojo el coche cuando tengo que cargar unas esculturas desde el taller de arriba, pero el resto del tiempo siempre cojo el autobús. Y además me sorprendí porque todo el mundo tiene derecho a tarjeta Millennium y no sabía nada y pagaba el 1,30 (risas), no tenía ni idea.
Si pudiera hacer un viaje en el tiempo, ¿qué época elegiría?
Los romanos, en la época en la que hacían la Torre, para ver cómo gestionaban todo. Y en la época de Juana de Vega, Espoz y Mina y todo aquel romanticismo de la época.
Siempre cojo el autobús, y me sorprendí porque todo el mundo tiene derecho a tarjeta Millennium y no sabía nada y pagaba el 1,30 porque no tenía ni idea
¿Bonilla o El Timón?
Bonilla. Por muchas razones pero voy a decir una: los churros de Bonilla te los puedes comer al día siguiente, que están perfectos metidos en la tostadora.
¿Los jardines de Méndez Núñez o el monte de San Pedro?
El monte de San Pedro, por la vista, por todo... Los jardines son unos jardines normalitos, no vamos a echar alharacas por unos jardines que ¿qué tienen, aparte de la escultura de Curros de Asorey? Jardines los hay a cientos en toda España, pero la visión de un monte de San Pedro no la tienen.
¿Agua de Emalcsa o embotellada?
Grifo de toda la vida, aunque esté contaminada, me da igual (risas). Es un decir. Creo que hay mucho mito con el agua embotellada. La verdad es que tenemos una de las mejores aguas del mundo. Creo recordar que el de la Coca-Cola decía que la gente que la tomaba aquí decía que les sabía mucho más rica que en otros sitios y luego me dijeron que era por el agua.
Lo mismo dicen de la Estrella...
No tengo ni idea, porque yo cervecera no soy.
¿Playa de Riazor o del Orzán?
Siempre Orzán. Es menos urbana y solía haber menos gente. No soy de playa porque no me gusta: me parece un coñazo: arenas, pringue, sol, los niños... Me aburro. Yo soy de monte.
¿A pie o motorizada?
A Coruña es una ciudad para andar. Hace año y medio que no saco el coche del garaje prácticamente.
¿Helados tradicionales tipo Colón o La Ibi o sabores modernos?
La Ibense. No hay color.
Es la tercera persona en cinco entrevistas que me menciona una heladería que cerró hace más de cuarenta años...
Es igual, yo me tomaba aquel helado de limón… Me encantaba. Y ese tipo de sabores ya solo me los encontré fuera de aquí.
¿Verbena o concierto en el Coliseum?
No soy de verbenas, nunca me gustaron, ni de niña, ni de jovencita. Soy de concierto. Y si puede ser de Maná, mejor.
¿Carnaval o San Juan?
San Juan. Sin duda. Y eso que me encanta hacer trajes de Carnaval. De hecho, gané dos veces el premio de Reina del Carnaval, pero porque es una cosa artística que me gusta, pero lo de los choqueiros es algo que me horroriza, me espanta. En San Juan teníamos una tradición familiar que celebrábamos en Sigrás, la finca de mis padres, una fiesta a la que creo que ha venido toda la ciudad con churrascada, sardiñada, gaiteiros... de todo.
¿Chorbo o neno?
Ni chorbo ni neno. El koruño no te lo domino. Igual neniño…