Otegi dice ahora que siente “pesar y dolor por el sufrimiento padecido” por las víctimas de ETA y que este “nunca debió haberse producido”. Y sabe jugar con el lenguaje lo suficiente como para que ese supuesto mensaje conciliador no sea una condena del terrorismo. O a lo mejor es que ya nadie le cree y no queremos ver que lo suyo es un reconocimiento sincero de que las cosas se hicieron mal y no una especie de tomadura de pelo de muy mal gusto. A las víctimas, que son las que más tienen que decir en este asunto, no les valen las palabras, sobre todo si sospechan que están vacías, y piden hechos, como que los etarras aclaren los casos sin resolver. Ese sí que sería un gesto para reparar el dolor, como asegura el líder abertzale que quieren hacer. Si esperaba aplausos a su discurso se va a tener que conformar con los del PSOE, que, la verdad, tampoco son mucha sorpresa.