Es justo y necesario luchar por la defensa de una sanidad universal, pública y gratuita, por unas pensiones dignas, por la renta básica, por una enseñanza pública obligatoria y de calidad, por unos servicios sociales eficaces, por el derecho a una vivienda digna y por todo un largo etcétera de derechos, pero tampoco podemos olvidarnos del presente y futuro de nuestros jóvenes.
La realidad actual de los jóvenes se continúa siendo un drama no cesa, los datos hablan por si solos: 8 de cada 10 jóvenes menores de 30 años viven con sus padres, en España. El desempleo juvenil llega a alcanzar el 45%, la mayor parte de larga duración. Más de un millón de jóvenes emigraron de España en busca de trabajo.
Millones de jóvenes, menores e incluso mayores de 30 años, siguen sin poder pensar en el futuro, ni para poder cotizar ni para tratar de estabilizar una relación de pareja, mucho menos el poder tener hijos, ni pensar en poder comprar o alquilar una vivienda para independizarse, ni poder pagarse un viaje y un largo etcétera de limitaciones que lo único que hacen, de estos jóvenes, es que sigan viviendo en una clara situación de vulnerabilidad y exclusión social.
La mayoría de los jóvenes forman parte de la sociedad pero al mismo tiempo están marginados y excluidos dentro de la misma por carecer de oportunidades, como las han tenido sus padres o abuelos en otros tiempos, para encontrar un puesto de trabajo y poder progresar profesionalmente o simplemente formar una familia. Por eso tendría que ser una cuestión de estado y poner en marcha toda una serie de medidas activas y efectivas para éste numeroso colectivo.