“Yo pensé que era único en mi especie”. Tim lleva diecinueve años sobrio y, como tantas personas que acuden al Grupo 24 horas de Alcohólicos Anónimos, pensaba que jamás podría dejar la bebida. En este lugar no solo encontró un rincón sin prejuicios y con experiencias vitales parecidas a las suyas, sino que logró emprender el camino hacia una nueva vida.
Gran parte de los nuevos usuarios que llegan a esta comunidad, situada en el número 3 de la calle de Menéndez Pidal, lo hacen pensando que son malas personas. Es allí donde Tim, junto a otras personas que han logrado dejar de beber, arropan, escuchan y comparten sus vivencias para hacer ver que el alcoholismo es una enfermedad. Incurable, sí, pero que se puede detener de forma indefinida.
“Cuando te das cuenta de que tras la primera copa no puedes parar, te ves metido en una problemática cada vez más frecuente que hace que acabes perdiendo el trabajo, la familia y los amigos”, reconoce Tim. Alcohólicos Anónimos cumple dieciocho años con sus reuniones las 24 horas al día. Casi dos décadas en las que cientos de personas se han ayudado, mutuamente, a ver la luz.
Es muy difícil dar el paso de reconocer que existe un problema. “Sabes que algo te pasa, pero no quieres enfrentarte a ello. Los motivos por los que la gente acude al grupo son muy variados. Hay veces que es porque tu jefe te ha dado avisos, otros porque tu familia y amigos no pueden más”, comenta el miembro de la comunidad. Pero hay un instante que se repite mucho, cuando la mente te lanza un ultimátum. “Hay momentos de conciencia en el que te das cuenta de que todo va mal y no paras de beber. En ese breve ‘flash’ decides tomar contacto con el grupo”, añade.
El sentimiento de que por fin perteneces a un lugar te hace dejar atrás conductas nocivas. “Estás haciendo daño a tu entorno sin saber cómo controlarlo y de repente llegas aquí y ves que nosotros te entendemos. Es una sensación de pertenencia que ayuda muchísimo, porque sabes que no estás solo, que estás en casa”.
Tim recomienda a todos los usuarios que acudan de forma diaria a las reuniones para que se vaya tomando conciencia de la enfermedad. “Muchos llegamos sin saber que somos personas enfermas”, explica. La terapia ofrece, principalmente, la liberación de la culpa. No eres culpable por tener una enfermedad, pero sí responsable de tu vida desde el momento en el que formas parte de esta comunidad. En todo proceso existen altibajos. Las recaídas son comunes, pero también sirven para comprender que el problema es mucho más serio de lo que podía parecer. “La vida bebiendo es un infierno”, señala.
Es importante no confundir la terapia con la rehabilitación. Esta última es un tratamiento a corto plazo para las secuelas físicas de la enfermedad. Delirios, comas etílicos... pero después, para mantenerse alejado de la bebida, “hay que acudir a terapia. Este grupo ofrece la posibilidad de estar sin beber para toda la vida. Hemos recibido personas en malas condiciones y las hemos cuidado nosotros”, recuerda.
Coincidiendo con sus dieciocho años de vida, Alcohólicos Anónimos insta a todos aquellos que estén preocupados por algún amigo, familiar, o por ellos mismos, a buscar ayuda. l