¿Recuerdan a esos veloces y cantarines chicos que con sus boinas recorrían las ciudades vociferando “¡extra! ¡extra!” para anunciar las exclusivas de los periódicos que portaban en sus manos? Hoy son historia, tal vez porque la consolidación de establecimientos que permitían contemplar toda una oferta de prensa escrita les hizo menos rentables.

Es solo una suposición pero ¡qué bonito escaparate para las publicaciones nació con los quioscos! En ese mundo se crio Antonio Sande Rodríguez, actual presidente de la Asociación de Profesionales Vendedores de Prensa de A Coruña y Provincia, y quiosquero por herencia.

El de Sande –denominado de la misma manera– es uno de los pocos quioscos –entiéndase por tal los de vía pública, no los ubicados en bajos– que se mantiene en funcionamiento en la ciudad y se ubica actualmente en la céntrica calle Durán Loriga.

El establecimiento lleva en su familia 60 años, repartidos entre su ubicación actual y la calle de la Estrella, de los cuales él lo ha regentado los últimos 38 por una casualidad. “Mi tía, que era la titular, se jubilaba y a mí me pilló en un momento en el que el negocio era bueno, muy bueno, cuando se vendían periódicos y esa fue la casualidad”.

Ahí empezó y ya se quedó con la satisfacción del oficio un poco quebrada porque, como señala,  “antes era más personal, ahora ya es más automatizada, no es tan amena. Además, tuvo épocas mejores que te podías permitir tener gente que te sustituyera y tú poder librar fines de semana, festivos, algunos días”.

“La situación económica es distinta, las ventas son distintas, esa posibilidad no existe en este momento y los vendedores de prensa nos vemos obligados a estar ahí todos los días. Libramos tres días en el año”, enfatiza Sande.

No obstante, hay cierta tristeza en su valoración sobre la situación actual que viven los vendedores de prensa en los quioscos de vía pública.

En este sentido, Sande señala que “la desaparición en toda España de más del 50% de los puntos de venta de diez años para aquí habla por sí sola” y lamenta que “es evidente que nuestro oficio está en plena decadencia”.

Entre las causas que explicarían esa condena a la extinción están, para él, la falta de relevo generacional y que “ahora mismo es muy difícil ver a personas de menos de 40 años que compren publicaciones. Si la gente joven no compra publicaciones pues, evidentemente, a corto plazo, se acaban los potenciales clientes porque la información corre por otras vías distintas al papel”.

La resistencia que representan subsiste, precisamente, por la transferencia de clientes de los puntos que echan el cierre. “Hay barrios enteros sin un solo punto de venta, un clásico es cuando viene la gente de fuera en verano y, de repente, ven tu quiosco y te dicen ‘llevo no sé cuánto tiempo buscando un punto de venta para comprar un periódico’ y esta es la realidad”, sentencia.

La posibilidad de revitalizarse a través de una reinvención tampoco parece una opción por dos motivos fundamentales, según explica Sande: que las dimensiones de las que disponen son reducidas para añadir otras opciones de negocio y que la concesión administrativa requerida limita el destino de ese espacio.

No obstante, el vendedor considera, tajante, que los quioscos deben conservarse porque, subraya, “siempre fueron un referente de encuentro del ciudadano. Es el lugar donde el vecino te deja las llaves porque tiene que irse de casa y el hijo se fue sin las de él y te las va a recoger ahí. Es el punto de referencia en el barrio, es un punto de confluencia cultural”. Cómo hacerlo es otra cuestión porque reinventarse, para Sande, pasa por perder la esencia de lo que siempre han sido.