Hay quien todavía le dura la resaca de Halloween, los que se resisten a pasar página y guardar la decoración o quienes, por motivos ajenos a su voluntad, viven permanentemente entre chillidos y exclamaciones diversas. A juzgar por los testigos no parecen la petición de auxilio desesperado de quien ha visto a una criatura, sino más bien una cuestión de placer. No obstante, para los inquilinos de un inmueble de Ribeira Sacra la situación mete miedo y se ha convertido en una pesadilla que pide una solución a gritos.
Dado que, lejos de aliviarse, la solución se recrudece con el paso de las semanas, hay quien ha decidido emprender una búsqueda activa de soluciones. La misma consiste en dejar un mensaje por debajo de la puerta de los sospechosos que reza: “Hola, agradecería que, cuando estéis haciendo lo que hagáis (que eso a nosotros no nos incumbe) que, por favor, no gritéis tanto, porque se escucha bastante. Gracias”.
La medida ha tenido escasa eficacia y ha provocado el cabreo de algunos residentes que comparten el mismo dolor de cabeza y preocupación y que, aún encima, se ven señalados. Es el caso de Silvia, una madre de familia que ha decidió replicar también de manera pública a través del chat vecinal pidiendo una disculpa pública y un cara a cara con la remitente. “Estaba tranquilamente viendo una serie en mi habitación, mientras mi hija jugaba a la consola, y nos asustamos mucho cuando entró el papel. Luego, cuando lo leímos, nos quedamos a cuadros, porque en casa sólo vivimos mi hijo y yo”, afirma.
No obstante, Silvia comparte la misma causa y preocupación que la remitente del mensaje. De hecho, a la hora de calificar los sonidos que perturban su descanso y el de su hijo es clara, directa e ilustrativa. “Sabemos que es en la zona de abajo del edficio y lo escuchamos como si fuera una perra del infierno”, dice. “Es a cualquier hora y en cualquier momento, pero eso no es lo que importa. Cada uno en casa que haga lo que quiera. Mi hijo, que es adolescente y no son tontos ya, le digo que están de fiesta, pero es que muchas veces se encuentra estudiando y no se puede concentrar. Llevamos un año así y nos hacemos una idea de dónde puede ser”, añade.
Aunque llevaba un tiempo con los gritos metidos en la cabeza, lo que más inquieta ahora a Silvia es el anónimo recibido. “El hecho de que te manden esos mensajes por debajo de la puerta no procede. Todo el mundo que me conoce alucina, porque saben mi situación personal y no dan crédito. Lo normal sería timbrar y preguntar”, epxlica.
Mientras, al otro lado de alguna puerta de algún piso de Ribeira Sacra, alguien sigue disfrutando (en teoría) mientras hace a los vecinos 'partícipes' de su experiencia.