Un cuarto de siglo de vida, con una pandemia de por medio, es el histórico motivo de celebración de Casa Pilar. Convertido ya en un referente del mapa hostelero de la ciudad, el local de la avenida de Monserrat ha hecho de la defensa de lo tradicional una bandera que sigue ondeando en lo más alto de las preferencias de una clientela fiel, pero también en muchas ocasiones necesitada de una alegría, un abrazo o un motivo para la esperanza.
Y es que de eso sabe un rato largo su propietario, Manuel Rodríguez, que llegó a la ciudad a los 15 años de vuelta junto a sus padres, emigrantes retornados de Argentina. Primero se asentaron en la zona de la Fábrica de Armas y, en el año 98, decidieron seguir en el barrio de Eirís, o lugar de Monserrat. Su situación estratégica frente al Centro Oncológico de Galicia ha marcado desde entonces el ir y venir y de clientes. “Nos definiría como un bar de barrio de toda la vida, con nuestros clientes habituales, pero también hemos sabido ser psicólogos y saber escuchar”, afirma su propietario. “También hemos coincidido con gente que en teoría se daba por desahuciada, y que cada año venía a decirnos que seguía aquí”, añade orgulloso Manuel Rodríguez.
Con un horario de apertura que va de las 07.30 a las 18.30 horas resulta evidente la importancia de los desayunos y el menú del día en la actividad de Casa Pilar. Quizás, uno de sus secretos apela al bolsillo, ya que todavía resulta posible salir bien servido, al borde del lleno total, por 12 euros. También los anuncios que parecen sacados de otra época, como la cartelería de fuente portentosa que luce en la cristalera y anuncia todo aquello que el cliente puede encontrarse. “Con la que está cayendo, hay que hacer muchos números para mantenerse en los 12 euros”, confiesa la gerencia.
La clave de Casa Pilar es precisamente tocar muy pocas cosas y la apuesta y el deseo son seguir así al menos otros 25 años.