El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba oficialmente la pandemia del coronavirus. Los primeros casos ya circulaban por A Coruña, pero todavía se desconocía el alcance de una crisis sanitaria que marcó el mundo entero sin excepciones. Aunque la alerta estaba lanzada, el confinamiento aún no había llegado y las vidas de la gente seguían como si nada. Para muchos era impensable imaginar que tres días después, las calles se vaciarían, los trabajos cambiarían de forma radical, la forma de vivir se transformaría y muchas personas se quedarían por el camino. Cinco años después, tres médicas del Chuac recuerdan esa llegada del covid a la ciudad.
Ni los sanitarios pensaban aquel 11 de marzo que la situación sería tan grave como realmente fue. “Antes de que llegara ese paciente, veíamos como se iba acercando. Teníamos miedo, pero no te imaginas que una catástrofe tan grande te pueda pasar a ti”, confiesa la ucista Ana Vanesa Aller Fernández.
Su compañera en Urgencias Ana González acaba entonces de empezar a trabajar en el Chuac. “Justo había acabado la residencia. Fui de esa promoción que tuvimos que empezar un par de meses antes por la situación excepcional que se estaba viviendo”, cuenta la médica.
“Cuando vino ese primer caso fue un mazazo. Ese día tuve miedo. El miedo de ‘no sé qué hacer’. De repente, llegaba una patología de la que en realidad no se sabía nada, no sabías cómo hacer las cosas o cómo tratarlo... Y, sobre todo, mucha incertidumbre de ‘no sé si lo estoy haciendo bien’”, recuerda la ucista. Era una sensación que compartía con todos sus compañeros. “Fue algo traumático”.
En el equipo que diagnosticó ese primer caso estaba la neumóloga Carmen Montero. “Era un paciente que provenía de Madrid y acudió a Urgencias. Como ya teníamos información, rápidamente nos planteamos el diagnóstico de covid”, recuerda.
Ana González: “Lo que más me impactó era ver cómo los pacientes jóvenes se despedían de sus familias. Se te queda grabada esa imagen
Montero asegura que “nadie contaba con esto”: “Nos enfrentamos a la pandemia, como en todas partes, no sabiendo muy bien la gravedad del problema”. Pero esto era solo el principio. Después del primero, llegaron muchos más. “Me acuerdo de esos pacientes con esa falta de aire, que los veías con esa cara pálida... Esa imagen se te queda grabada”, afirma la médica de Urgencias Ana González.
El confinamiento marcó un punto de inflexión también para los sanitarios porque “aún había cierta esperanza”. “Fue un no parar. Era un paciente, otro, otro, otro... Se perdía un poco quién era cada uno”, lamenta Aller Fernández.
Y el centro cambió radicalmente. “Un día te vas a tu casa y el hospital es el de siempre y llegas al día siguiente y no encuentras a nadie por los pasillos. Había un silencio tremendo. Fue lo que más me impactó”, recuerda la neumóloga del Chuac.
Rápidamente se reorganizaron y habilitaron nuevos espacios donde atender tanto a los infectados por covid como a los pacientes con otras patologías. “Fue una eclosión de tantos enfermos que tuvimos que habilitar salas fuera del servicio de Neumología”, recuerda Montero.
Aller Fernández: “Yo soy madre de niños pequeños y era una sensación terrible. No sabes si vas a salvar a los enfermos
pero puedes contagiar a tu familia
Todos remaron a una. Incluso había sanitarios que tuvieron que salir de sus especialidades para atender a los pacientes covid. “La gente fue muy valiente. Los que tenían menos edad eran los que más entraban en las habitaciones. Y tuvimos gente de otros servicios trabajando con nosotros”, destaca la neumóloga. También ocurrió así en la UCI. “Yo era del área cardiológica pero nos movilizamos todos”, afirma Aller Fernández.
“El resumen de la primera ola es el miedo”, asegura la ucista. La incertidumbre reinaba en el hospital y los sanitarios no sabían qué venía detrás. Había miedo al contagio, a no estar tomando las medidas adecuadas, al fracaso de los tratamientos... Pero “lo peor” era el miedo a llevar el virus a casa. “Yo soy madre de niños pequeños y era una sensación terrible. No sabes si vas a salvar a los enfermos pero puedes contagiar a tu familia”, recuerda con pesar Aller Fernández.
“La gente estaba en sus casas, pero yo era cuando más trabajaba. El confinamiento marcó un punto de inflexión porque fue el momento en el que tu familia entra en la ecuación”, prosigue. Ahí es cuando llegó su obsesión por las medidas de higiene: “Intentas separarte pero te das cuenta de que es imposible. Al final, lo sientes como una derrota”.
Muchos sanitarios se vieron sobrepasados por la situación. Los picos de contagios eran momentos críticos y algunos, como la ucista, llegaron a pensar que esa iba a ser su nueva vida para siempre. “Tengo el recuerdo de volver a cada absolutamente desmoralizada y pensar ‘¿esto se va a quedar así? Tenía miedo de que nunca volviera ya a la normalidad”, confiesa Aller Fernández, a quien las vacunas, en ese momento, le parecían una cosa casi de “ciencia ficción”.
Carmen Montero: “Un día te vas a tu casa y el hospital es el de siempre pero llegas al día siguiente y no encuentras a nadie por los pasillos. Había un silencio tremendo
A cada sanitario, la pandemia le dejó una huella. “La mía es que vi morir muy rápido a gente muy joven. Eso te marca, por muy médico que seas o por muy acostumbrado que estés”, revela Aller Fernández. Con ella coincide su compañera Ana González: “Lo que más me impactó era ver cómo los pacientes jóvenes se despedían de sus familias. Se te queda grabada esa imagen”.
Pero en la oscuridad siempre hay un rayo de luz. Las tres médicas lo tienen claro: el compañerismo. “He visto a todos los sanitarios muy entregados”, afirma Carmen Montero. “Había tantas ganas de ayudar que a mí me da esperanzas de que, si esto vuelve a pasar, estaremos preparados para afrontarlo”, añade la ucista.
La pandemia ha dejado muchas lecciones de las que aprender. Las tres sanitarias piden no olvidarse de ella y “seguir cuidándonos” y estar preparados porque “puede volver a ocurrir”.
El primer caso en A Coruña: “Estuvo muy grave pero, por suerte, sobrevivió” |
El covid llegó a la ciudad el 4 de marzo de 2020. Era un paciente que viajó desde Madrid hasta A Coruña por una entrevista de trabajo. Cuando acudió a Urgencias, el diagnóstico no se hizo de rogar: tenía una neumonía bilateral por coronavirus. Carmen Montero, neumóloga y parte del equipo que trabajó en ese caso, recuerda que era un momento en el que no había aún muchos fármacos, pero se guiaron por lo que estaban dando en Italia y otros países con más experiencia. “Conseguimos darle remdesivir y el paciente evolucionó bien. Inicialmente estuvo en la planta de Neumología pero tuvo que pasar por la UCI”, cuenta Montero. Pese a que el paciente “estuvo muy grave, por suerte, sobrevivió al covid”. |