Denunciado en A Coruña a un sexagenario por acosar a las mujeres de su comunidad

Escribe mensajes obscenos a sus vecinas y persigue a las menores tanto en el portal como en la calle
Denunciado en A Coruña a un sexagenario por acosar a las mujeres de su comunidad
Vista de la calle Barcelona / Patricia G. Fraga

En A Coruña, como en cualquier otra parte, no siempre se lleva uno bien con sus vecinos, pero lo que ocurre en una comunidad de la calle Barcelona es distinto: uno de sus residentes, un hombre de cerca de 70 años, con esquizofrenia diagnosticada causa problemas acosando a los mujeres de la comunidad, incluido a las adolescentes. Los vecinos están hartos, le han denunciado en una ocasión de forma conjunta y fue condenado a pagar una multa, pero eso no le ha hecho desistir de su actitud. “No podemos aguantar este ritmo de vida diaria”, se lamenta Maica González, su vecina de enfrente. 


Según cuenta, el hombre en cuestión lleva viviendo allí toda la vida, pero mientras vivían sus padres, no había causado problemas. “Se le veía un poquito raro, pero te decía ‘buenos días’ y ‘buenas tardes’ y ya”, explica González. 
 

La situación cambió radicalmente cuando murieron sus progenitores. Primero la madre y poco tiempo después, el padre. Se quedó solo y ya nadie controla que tome la medicación. 
 

“Dice que le sienta mal”, explica la vecina. Fue entonces cuando descubrieron que, a pesar de su avanzada edad, conserva un gran impulso sexual, porque empezó a acosar a las mujeres de comunidad. “Fue una locura total”, describe González. Su hija mayor comenzó a sufrir sus atenciones indeseadas con catorce años y ya tiene dieciséis. “Persigue a las niñas por la calle, menuda estampa”, asegura.
 

El año pasado se le han puesto tres denuncias, una de ellas colectiva y otras dos, a título personal la propia González, que, como vecina de enfrente, es la que tiene que soportar más directamente el extraño comportamiento de su vecino que exige a sus niñas que se bajen las bragas. Además, abre la puerta de su casa cuando escucha ruido y aparece totalmente desnudo. Esto ha provocado que la encargada de la limpieza se niegue a limpiar el descansillo de ese paso, para evitar encuentros como este.  
 

Pero también espía las ideas y venidas de las mujeres a través de la cámara del telefonillo. Y por si fuera poco, pasa por debajo de las puertas de los vecinos dibujos de mujeres desnudas con mensajes equívocos: “A las féminas de este edificio os deseo que os bajen las braguitas muchos años y, especialmente a dos. Si os sentís aludidas, buscadme” en otro de los mensajes aludía a sus vecinas como “puti zorris”. 
 

“Es un sin vivir. Te insulta por la ventana, por el telefonillo. A mi hija se pasó toda una noche gritándole por la ventana”, explica González que quiere que las autoridades tomen cartas en el asunto, dado los problemas mentales de su vecino. “Me gustaría que alguien se ocupara de él, que los servicios sociales lo valoraran, aunque lo tuvieran que internar, porque está peor que nunca”, explica. No es un caso aislado. Muchos enfermos se niegan a tomar la medicación por los efectos secundarios, lo que convierte la convivencia con ellos en difícil, o incluso peligrosa, pero rara vez se les confina.  

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