Se las prometían muy felices los coruñeses cuando oficiosamente se dio por superada la pandemia, a pesar de que brotes todavía aconsejan mirar con cierto respeto al coronavirus. Del mismo modo, el terror que se llevó por delante a la llamada generación perdida en los 80 se ha colado en los portales y edificios abandonados sin avisar. Y el disgusto va por barrios.  En este caso, el de la Ciudad Vieja, donde denuncian dos narcopisos. 

La heroína y su negocio subversivo son ya una realidad itinerante que parece haber llegado para quedarse en medio de la marginalidad. Un caballo, de Troya en este caso, que no avisa cuando llega y pone patas arriba el barrio el turno. Después de pasearse por Monte Alto, Sagrada Familia, la ronda de Nelle, Barrio de las Flores, O Ventorrillo u Os Mallos, el virus del pinchazo y su cadena de distribución reavivan viejos fantasmas en la Ciudad Vieja, hasta ahora adalid de la tranquilidad y patio de paseo para muchos coruñeses que no desean volver a ver los fantasmas que poblaron su corazón histórico décadas atrás. 

Sitúan los nuevos narcopisos, los primeros en décadas, en el número 5 de la calle de Alfonso IX, así como en el 4 de la travesía de Herrerías. Uno es un inmueble vacío con las ventanas tapiadas, mientras que el otro es un bajo sin usos durante los últimos años. Los síntomas y el proceso de contagio parecen responder a una forma de proceder, por más que los protagonistas no dominen el arte de la estrategia: detectan una zona visiblemente abandonada, se instalan sin hacer demasiado ruido y comienza un peregrinar comercial de drogodependientes que altera el día a día del barrio. A esta última fase, a la que no acompañaba nada más que la frustración hasta hace unos meses ,se le suma ahora la respuesta vecinal, toda vez que parece haberse dado una unión dentro del movimiento asociativo: ‘si te okupan tu barrio, vamos todos a una’ parecen decir. Atrás ha quedado en la Ciudad Vieja la sombra de la duda: es ya una inquietante certeza entre los residentes que el caballo ha vuelto. 

El teléfono de la asociación vecinal echa humo en las últimas horas. Unas llamadas son para alertas y otras para dar un paso al frente. Ni de lejos se hubiera imaginado una situación semejante Carolina Barros, cuando hace cuatro meses asumió la presidencia: “Son los primeros pisos que se okupan de esta manera, o por lo menos que haya salido a la luz pública. Sabemos de gente que trapichea en el barrio, pero no esto”. Y es que cualquiera de una cierta edad le da a ‘rebobinar’ en su máquina del tiempo. “Hace muchos años fue un tormento en la Ciudad Vieja y creó muy mal ambiente con los heroinómanos; había droga por todas las esquinas”, comenta. Barros recuerda que entonces resultó determinante la actuación de la asociación que ahora preside. “Se movió mucho y consiguieron sacar todo eso del barrio”, recuerda.

Conocidos 

La reciente solidaridad vecinal ha provocado que las distancias entre barrios se acorten más que nunca y que los rostros sean muchas veces los mismos, con la diferencia que esta vez lo son a uno y otro lado del conflicto. Si bien el problema de la okupación y los narcopisos están entre las preocupaciones vecinales,  se trata muchas veces de un reducido y dinámico grupo de personas que salta de zona en zona.

Uno de los aspectos que hizo saltar las alarmas es que el toxicómano que en su día protagonizó un mediático enfrentamiento con los comerciantes de Monte Alto es ahora una figura cada vez más habitual por las calles de la Ciudad Vieja. “Es un enfermo, pero por desgracia parece haber atraído a toda su gente”, lamentan los residentes. Sobre la mesa ya está una movilización para evitar que  se genere un efecto llamada ien una zona especialmente turística y que ahora, con el final del curso escolar, también se llenará de niños jugando.