El número 58 de la calle Vizcaya es hoy en día el campeón de la indignación y el que provoca la unión de los rostros conocidos de las protestas vecinales. Por segunda semana consecutiva los inquilinos, cacerola en mano y vuvuzela de plástico en boca, recibieron el apoyo de asociaciones como la Plataforma Veciñal de Os Mallos o la de Los Rosales. Durante casi una hora aproximadamente medio centenar de indignados le miraron a los ojos a las ventanas del mercado de la droga. “Drogas no”, “Estamos hasta el culo de tanto narco chulo” y apelaron a la alcaldesa: “Inés, escoita, Os Mallos está en loita”.
No se libró ni la Policía Nacional, que cuando requirió a la organización de la protesta se llevó alguna petición de solidaridad y entendimiento. “Me encantaría saber que estáis con nosotros”, indicó la presidenta de la comunidad, Montse Lado, que va camino de convertirse en la imagen de la indignación. Los agentes replicaron: “El enemigo no somos nosotros”. Y es que la desesperación después de tres años de convivencia con el negocio de la heroína y la impunidad del mismo hasta por vía legal es exasperante. “Un juez hizo un auto en el que solicitaba cesar la actividad mercantil y la entrada de gente sin permiso, a riesgo de delito desobediencia, pero es lo que vemos todos los días”, reitera por enésima vez a quienes acuden a escuchar su historia.
El ruido, en este caso, ahogó unos cánticos conocidos de sobra por quienes hacen la ronda de apoyo anti narcopisos. Lo importante, piden, es que no se pierda la historia humana de quienes, por ejemplo, tienen a su madre octogenaria conviviendo entre dosis y dosis. Incluso el método 'secreto' se ha hecho viral: silbido, golpe al contenedor y vuelo de chute desde tercero. Para la semana prometen que volverán. Tienen todo el tiempo del mundo después de tres años sin explotar.