Volvió a convertirse en centro de la atención vecinal y policial el Club Financiero, donde la tranquilidad y normalidad no han durado más de un día. Después de que el pasado lunes abandonase el inmueble el último de los okupas que se habían comprometido a ello con los residentes del Barrio de las Flores, un nuevo allanamiento tuvo lugar en la madrugada del martes al miércoles. Sin embargo, en esta ocasión la estancia fue mucho más corta y menos traumática: la Policía Local consiguió desalojar a los ocho inquilinos irregulares, en un dispositivo que comenzó a primera hora de la mañana y se mantuvo a lo largo de toda la jornada.
Pocos minutos después de las 09.00 horas sorprendió a los viandantes y residentes la llegada de cinco patrullas de la Policía Local a las puertas de un edificio que se ha convertido en noticia prácticamente día sí y día también. Se trataba de un despliegue gestionado por Seguridad Ciudadana y en el que los agentes incluyeron a Biko, el perro especializado en detección de estupefacientes. La operación incluyó la identificación de hasta ocho inquilinos irregulares, así como una actuación del can especialista, en la que éste detectó pequeñas dosis de cocaína. Los policías las consideraron destinadas al autoconsumo y no hallaron evidencias de tráfico.
El dispositivo fue lo suficientemente disuasorio para que cinco de los okupas abandonasen el inmueble sin problemas y en un tono conciliador. Sin embargo, los tres restantes, con problemas de movilidad y ‘arraigados’ y “asentados” allí según fuentes policiales, se resistieron a renunciar a la okupación. Varios agentes intentaron durante la mañana persuadirlos para que aceptasen la ayuda ofrecida por los servicios sociales, aunque se mostraron reacios.
La operación entró entonces en un nuevo punto, en el que la Policía Local tuvo que lidiar con la legalidad vigente y los recovecos por los que los inquilinos irregulares se sientes protegidos e inmunes. Al filo de las 15.00 horas no quedaba en el Club Financiero ninguna de las ocho personas presentes a primera hora de la mañana.
No obstante, no podía considerarse un espacio ‘libre de okupación’. A las puertas de la instalación se mantuvo de forma permanente un vehículo con dos agentes custodiando la puerta, pero éstos no podrían haber impedido el paso de vuelta a las instalaciones a aquellos que previamente se habían declarado allí establecidos. Por lo tanto, el escenario entró de nuevo en una especie de versión del juego del gato y el ratón.
A última hora de la tarde solamente restaba uno de los okupas por recoger sus pertenencias, ya que los otros dos que habían renunciado a buscar otro tipo de techo y acceder a la ayuda sí recogieron sus enseres y se mostraron más receptivos a los consejos de la Policía, de nuevo con una labor en este caso disuasoria y con afán de persuadir.
Así, ya entrada la noche el balance era: cinco de los ocho okupas habían abandonado el inmueble, otros dos se mostraron proclives a ello y uno más no parecía dar su brazo a torcer. No obstante, hasta entrada la noche ninguno de ellos hizo acto de presencia por el Club Financiero, a cuyas puertas se mantuvo de manera perenne una patrulla policial. El objetivo era también evitar un nuevo efecto llamada y encontrarse con otro allanamiento similar al de la noche del martes, cuando los vecinos parecían haber alcanzado la paz y tranquilidad después de varios años.
Y es que, en medio de la euforia por aquella batalla ganada, los residentes ya habían advertido: el hecho de que las puertas permanezcan abiertas y el tipo de edificación sólo dejan dos alternativas: o tapiar o una patrulla de forma permanente como en la jornada de ayer.