“Me quitaron lo que más amaba, me quitaron un brillo que había en nosotros”. En medio de alegatos, estrategias, preguntas o imágenes, la sala de la Audiencia Provincial de A Coruña que acoge el juicio por el crimen de Samuel Luiz puso cara y voz a la triste e inesperada realidad que ha dejado la muerte de Samuel. El joven de 24 años perdió la vida el 3 de julio de 2021 a causa de una brutal paliza y los detalles trascendieron en cuestión de horas. Pero tres años después, el padre del fallecido, Maxsoud Luiz, llegó al juicio en calidad de testigo para aportar un relato sincero y desgarrador.
Rompió a llorar al sentarse frente a los cinco acusados. Estos bajaron la cabeza durante toda la declaración, a excepción de Alejandro Míguez y Diego Montaña. Katy Silva no pudo contener las lágrimas, algo que tampoco logró la fiscal, Olga Serrano. Las acusaciones y las defensas se mostraban incómodas y no eran capaces de disimular el dolor que sentían al escuchar a un padre que definió a Luiz como “mi mejor amigo”. Poco o nada se puede decir ante el daño visible que atraviesa esta familia desde entonces y, por ello, tanto la fiscal como la acusación particular, representada por Esther Martínez, se limitaron a hacer preguntas escuetas con el fin de conocer la situación de Samuel antes de perder la vida tras una noche de fiesta con su amiga.
“Era una persona que tuvo una educación excelente. Nunca le gustó estar en peleas y tenía un futuro por delante”, dijo Maxsoud. Samuel estudiaba y trabajaba, recibió unos valores que “yo no aprendí en casa porque vengo de una familia infeliz, que por la violencia de género y por la bebida se autodestruyó”. Aseguró que “nadie puede hablar mal de mi hijo porque era un ejemplo de educación”. Maxsoud afirmó que el fallecido nunca bebió alcohol, que no le gustaba estar en peleas y que “a mi modo de ver y pensar, recibió una educación ejemplar en la iglesia conmigo. Ahí nosotros educamos a la gente a ser buena gente”.
Samuel era una persona tranquila que le decía a su padre que “nunca se metería en líos” porque él le daba ejemplo: “El consejo es que se apartara de la violencia siempre. Si hay algo, sal corriendo, apártate, porque se puede destruir una familia; siempre le enseñé eso”, detalló. Tras el terrible suceso, su vida y la de su mujer, que renunció a testificar, ha dado un giro de 180 grados. “Como a cualquier padre o a cualquier madre, si le arrancas a un hijo, pierde el rumbo”. Por ello, contó, ha tenido pensamientos suicidas.
El relato de Maxsoud estuvo libre de acusaciones. No se refirió en ningún momento a los cinco procesados por arrebatarle a su mejor amigo. Pero sí que calificó lo ocurrido como puro “odio”. “Quien tenga que pagar, que pague. Hay muchas familias destrozadas por esto; no hay una, hay muchas”, manifestó, mientras agregó que él no nació “para juzgar, yo nací para estar dentro de una iglesia para ayudar a la gente y enseñar valores. Lo que hicieron con mi hijo fue odio. Ni a un perro se le deja tirado en una cuneta, ni a un animal, y mi hijo así quedó, tirado”.
La fiscal, Olga Serrano, tuvo que realizar una serie de preguntas pese a mostrarse rota al escuchar las palabras del testigo. Se refirió a la condición sexual de Samuel Luiz. Maxsoud afirmó que tanto él como su mujer sospechaban, llegando a preguntarle un día a su hijo, pero el fallecido consideró que “no era el momento” y que quería “respeto”.
Ahora, concluyó, solo quiere seguir su vida “sin hablar”. Junto a su mujer y su hija, el padre del fallecido padece secuelas psicológicas de los hechos, en concreto trastorno depresivo mayor crónico moderado. Está incapacitado de modo permanente con un cuadro residual de trastorno mixto ansioso depresivo.
La sesión comenzó con la renuncia de testigos por alguna de las partes y con la petición de las acusaciones para que una de las personas que debe testificar y que no compareció en otra jornada, sea escoltada por las fuerzas policiales tras ratificar que estaba en Francia “cuidando de su abuelo en el hospital”. Este anunció que no acudirá a declarar, pese a haberle sido comunicada ya la imposición de una sanción de 600 euros por no asistir con anterioridad. La magistrada, finalmente, acordó adoptar esta medida.
Después de este trámite y de la declaración del padre de Samuel Luiz, por la sala pasaron otros tres testigos –conocidos o examigos de alguno de los acusados– que abrieron nuevas hipótesis sobre lo ocurrido el 3 de julio de 2021. La primera en prestar declaración fue Sofía, quien conocía al fallecido y a la madre de Kaio Amaral. Esta confirmó que, después de los hechos, el acusado se puso en contacto con ella para pedirle que dejase de “acusarlo de asesino en redes sociales”.
Entonces, el procesado procedió a contarle lo que había pasado: “Kaio me confirma que Diego había pegado a Samuel y que Yumba (Alejandro Freire) le había hecho un mataleón. También que Katy había empujado a Lina porque había intentado meterse para ayudar a su amigo”. En esta conversación Kaio se definió a sí mismo como un “espectador más” de la agresión.
El segundo testigo en pasar por la sala que tenía algún tipo de vinculación con los acusados fue Alejandro, sobrino del padrino de Kaio. Hacía trece años que no se veían, pero después de la paliza mortal a Samuel, este recibe un mensaje del ahora acusado. Al tener muchos seguidores en Instagram, “me pidió que difundiese un texto exculpatorio sobre él que ya tenía escrito”. Un hecho al que Alejandro se negó. Estas dos declaraciones ponen de manifiesto el interés del procesado por limpiar su imagen tras la muerte de Luiz.
La tercera persona en declarar aportó detalles especialmente reveladores. Daniel salió de fiesta en la madrugada del 3 de julio de 2021 a una discoteca cercana a la zona de Riazor. A pocos metros se encontraba el establecimiento en el que estaban Samuel Luiz y los cinco acusados por su muerte. Era amigo de Alejandro Freire, pero tras la brutal paliza a Samuel dejó de serlo. Al resto, los conocía a través de su examigo. En la noche de los hechos, cuando abandonó la discoteca en la que se encontraba, pasa por el Paseo Marítimo. Es entonces cuando se encuentra con el fallecido siendo atendido por una ambulancia y un conocido que le dice que sus amigos le habían dejado solo. “Yo entonces le pregunto si habrían sido ellos (los cinco procesados), pero a él le daba igual lo que pasase, solo quería saber dónde estaban sus amigos”.
El testigo, a preguntas de la fiscal, Olga Serrano, comentó que en aquel momento atribuyó la agresión con su amigo y su pandilla porque “era un grupo agresivo y ya habían tenido disputas y peleas anteriormente”. Añadió, además, que “se defendían unos a otros aunque la víctima fuese solo una. Actuaban en grupo todos frente a una persona, al menos es lo que yo conocía y me habían contado”. Relató que Kaio había pegado en el pasado a un compañero: “Le vi la cara y me lo contó”. No considera agresiva a Katy Silva, a quien, señaló, nunca vio meterse en peleas. Tampoco a Alejandro Míguez.
Por otro lado, este joven declaró que mantuvo una conversación por Instagram con Kaio Amaral a los pocos días de la agresión. Iniciada por el acusado, el testigo le dijo que “obviamente no lo mataron por ser gay”, a lo que el procesado respondió que “a lo mejor sí”. “Diego –Montaña– usaba el insulto de maricón pero no sé si lo usaba como insulto o los odiaba”, contestó a preguntas de la acusación popular, ejercida por ALAS Coruña.
En esta conversación, Daniel se refirió a la detención de Yumba: “Espero que no haya sido él”. Kaio replicó “a mí me la jugó él sin hacer nada”. El testigo confirmó la ingesta de “alcohol y porros” por parte de su examigo. Además, cree que cuando empezó a salir con el grupo, “empezó a consumir cocaína”. Los acusados se enfrentan al delito de asesinato con alevosía y ensañamiento, a excepción de Amaral, al que se le suma robo con violencia. Para Silva y Montaña consta la agravante de discriminación por condición sexual. Para estos últimos la Fiscalía pide 25 años de prisión. Para Freire y Míguez, 22; y en el caso de Amaral, la pena asciende a 27 años.