La circulación entre Juan Flórez y el Palacio de la Ópera estuvo colapsada durante 20 minutos debido a una confluencia fatal de factores: el optimismo y la falta de empatía de un conductor que decidió que era buena idea aparcar en medio de una rotonda y un autobús de grandes dimensiones que no pudo sortear el giro. Eso provocó un embudo y un caos circulatorio que desesperó a una creciente hilera de vehículos atascados y sin posibilidad de rectificar su posición. La cola llegó hasta el semáforo de Cortefiel.
El propietario del coche mal estacionado decidió que, si estacionaba en doble fila de una caseta de obra, no habría nadie que tuviera dificultades para incorporarse a la circulación. Sin embargo, si ya la obra de por sí ocupa más de un carril, el todoterreno invandió lo que debía ser la segunda vía de la rotonda y dejó apenas un estrecho margen para que el tráfico 'fluyera'. Nadie hizo caso al sonido de los claxon, ni tampoco a la desesperación del conductor de escolares procedentes del colegio Santa María del Mar. Con el paso de los minutos incluso hubo una intentona de mover el coche a la fuerza, aunque esta resultó en vano.
Finalmente, la sinfonía de protestas procedente de las decenas de coches atascados, así como la acumulación de curiosos, parecieron llamar la atención del propietario del vehículo. Al final de las 17.45 horas retiró el coche y la circulación de restableció, con el consiguiente cabreo y mirada de ira de los afectados.