La principal atracción turística de A Coruña es y será siempre la Torre de Hércules. Los romanos nunca se les ocurrió que su luz guiaría a los turistas, además de a los navegantes, pero así ha resultado ser. Otras atracciones turísticas, en cambio, no han resistido tan bien el paso del tiempo: es el caso del tranvía, el Millennium o el ascensor del monte de San Pedro. El primero ha quedado completamente fuera de servicios y nunca se recuperará. El segundo fue restaurado, pero sus bajos tuvieron que clausurarse para siempre, y el Ayuntamiento trata de que el tercero vuelta a entrar en servicio después de un período de dos años
Todas estas infraestructuras tienen en común que han resultado ser muy caras o escasamente rentables. En algunos casos, su construcción durante la etapa de Francisco Vázquez en María Pita supuso un desafío técnico y, aunque tuvieron sus detractores, lo cierto es que se convirtieron en hitos conocidos por todos los coruñeses, aunque no tengan tanta proyección al exterior como la Torre de Hércules o el Deportivo.
El sobrecoste es uno de los principales problemas del ascensor del monte de San Pedro, Se inauguró en 2007 tras un gasto de 3,7 millones de euros y desde el principio, su diseño innovador trajo algunos problemas de construcción, por su sistema de cremallera, algunos se resistían incluso a llamarse ascensor y preferían llamarle elevador. Otros le llamaron la ‘arielita’. Su localización alejada del centro impidió que atrajera a suficientes turistas como para hacerlo rentable aunque fuera muy atractivo por sus espectaculares vistas a 63 metros. De hecho, en 2023 se llegó a rodar un corto en él.
Después más de un año paralizada, el Ayuntamiento dio por finalizado el contrato de mantenimiento. En febrero, la concejala de Infraestructuras, Noemí Díaz, explicó en pleno que el proyecto incluido en los presupuestos de este año “permitirá reformular o futuro do elevador”. La edil lo calificó de “infraestructura singular e reclamo turístico de primero nivel”. Pero, por el momento, no hay fecha para su reapertura.
Eso sí, el Gobierno local ha realizado varios trabajos para rehabilitar el monte de San Pedro, que llevaba bastante tiempo abandonado: arreglos en las baterías, y la replantación del laberinto vegetal, comido por una plaga. El arreglo del elevador sería el broche final, pero también con mucho el más caro, de un proyecto que ya ha costado millones.
El caso del Millennium es igualmente llamativo. Se construyó en el 2000 por iniciativa de Francisco Vázquez, que sostenía que a un regidor se le recordaba, entre otras cosas, por levantar torres. Costó 360 millones de pesetas de las de entonces y consistió en una agudísima aguja de cristal de roca de 46 metros con imágenes de la ciudad grabadas por la mano de Gerardo Porto. En la parte inferior se dispuso una serie de dependencias que daban a la escollera. La idea era instalar allí un pequeño centro comercial con una cafetería incluida. Los clientes podrían sentarse a degustar sus bebidas mientras observaban el océano. Pero el furioso Atlántico tenía otros planes: sucesivos temporales rompieron las vidrieras e inundaron las dependencias. Durante años, se convirtieron en refugio de sintecho. Ya en 2010, se levantó un muro de piedra y luego se instalaron alambradas para evitar intrusiones pero fue hasta diciembre de 2022 cuando se decidió condenarla definitivamente.
Pero eso no significa que se abandonara el monumento, cuyas luces llevaban apagadas desde 2011. Durante el verano de 2022 se instalaron nuevas balizas de señalización y cuarenta lámparas tipo LED, además de reparar todo los daños. El día antes de Nochevieja, el Ayuntamiento organizó una fiesta para celebrarlo, en la que incluso hubo una actuación de la mano de Garufa Blue Devils Band. De esta manera, el Millennium entraba en el nuevo año en mejores condiciones incluso que con las que había entrado en el milenio.
Si a Inés Rey le tocó recuperar el Millennium, también tuvo que anunciar el final definitivo del tranvía, probablemente la atracción turística más importante de las tres, que comenzó en 1997 y que dejó de funcionar en 2011, con Carlos Negreira en la alcaldía, tras un descarrilamiento. Rey anunció en 2020 que se liquidaba el contrato con la Compañía de Tranvías, al ser “ineficiente e insostenible” y pagó casi medio millón de euros por este motivo.
Pero, aunque el tranvía desapareció hace 13 años del Paseo Marítimo, su huella sigue presente en forma de raíles. El coste de su retirada es tan alto que se está realizando de forma muy paulatina. Todavía quedan cerca de seis kilómetros de vías. Por otro lado, los vehículos históricos, auténticas joyas propiedad del Ayuntamiento, permanecen cogiendo polvo en las cocheras, una gran propiedad junto al Paseo Marítimo para la que todavía no se conocen planes.