A pesar de estar ligada al mundo literario como scout de prensa en Galicia para la editorial Penguin, Guada Guerra acaba de hacer su primera incursión en el mundo de la novela. Ha sido con ‘Las cosas que nos pasan’ (Plaza y Janés), una obra que le ha permitido abordar los problemas a los que se enfrentan generaciones más jóvenes, al tiempo que explora los lugares que ha habitado o la cultura que la ha marcado.
¿Cómo surge este debut literario?
Pues en octubre de 2023 me llama Gonzalo Albert, director literario de Plaza y Janés, para hablar de otros autores y, al final de la conversación, me pregunta si me veía escribiendo una novela, porque había visto cosas mías y creía que podía hacerlo bien. Tal y como está el panorama literario en España, una oportunidad así es como una lotería, me acaba de tocar el Euromillón (ríe). Siempre había pensado en escribir una novela, pero es de esas cosas que vas posponiendo. Había escrito guías antes, pero esto de meterme en ficción y desarrollar de cero, no me había sentado con ese propósito. Quedé con Gonzalo y con Alberto Marcos, que ahora es mi editor, les encajaba mi propuesta y aquí estamos. Un poco locura el último año (ríe).
Tiene que resultar raro ponerse ahora del lado de la entrevistada.
Todavía no lo asimilo. Al principio me daba vértigo y respeto. Ahora intento disfrutarlo, pero tengo momentos que estoy como disociada. Esto de ver el libro en librerías, que te manden fotos de él subrayado... son cosas que me están dando impresión y lo veo como disociada, desde fuera, pero lo estoy disfrutando mucho.
La novela le sirve para reflexionar sobre problemas a los que se enfrentan generaciones más jóvenes, que quizá sus padres y abuelos no tuvieron.
Los millennial, la generación 90, crecimos en un contexto de bonanza económica, donde todo era clase media y en un mundo que nos generaba unas expectativas: genial el hacerte mayor, el tener un trabajo, una familia, casarte, tener hijos... Pero cuando nos hacíamos mayores, paramos por la universidad, nos decían “estudia, que vas a tener un trabajo seguro o, si no, a la obra o mileurista”. Que mileurista, en realidad, es una cosa que nos ha costado mucho conseguir y antes mileurista ya eras cuando salías del colegio, sin nada más y, si querías más, estudiabas.
“Esto de ver el libro en librerías, que te manden fotos de él subrayado... son cosas que me están dando impresión y lo veo como disociada, pero lo estoy disfrutando mucho
No era tan bonito como lo pintaban.
Estudiamos, acabamos la carrera, accedimos al mercado en un contexto de crisis donde no había trabajo. Tus opciones pasaban por seguir estudiando o trabajar por un sueldo precario. Ahí nos empezamos a dividir entre familias que podían sostener a un hijo estudiando y las que no podían y teníamos que ponernos a trabajar para ayudar en casa. Todo en un contexto con internet, una ventana abierta a todo lo que podemos tener y no tenemos. Nuestros abuelos tenían el mismo trabajo durante 50 años, nosotros siempre queremos más, un trabajo mejor, un coche mejor, una casa mejor...
Y no hemos sabido lidiar con las expectativas.
Creo que no. Pero creo que es muy difícil. Hay una frase en la novela que dice que nos emborrachamos de expectativas y no soportamos la resaca. Las redes sociales no ayudan. Entras a Instagram y es el libro que tienes que leer, el podcast que tienes que escuchar, el concierto al que tienes que ir... Vivimos en una sensación permanente de que no llegamos a todo y tendríamos que ser más conformistas. No tengo claro que sepamos gestionar eso (ríe).
La novela también le ha permitido introducir sus gustos, como la música.
Al hablar de las cosas que nos pasan, de las cosas que nos pasan se nutre la cultura. Parte de mi vida laboral se desarrolla en el mundo musical, me parece primordial la música. Muchas de las cosas que nos suceden están en las canciones. Quería poner esto de manifiesto en la novela y hago como un juego que forma parte de la experiencia de lectura de cada uno. Hay gente que se da cuenta antes y otras más tarde. Me hace gracia porque me escriben y me dicen “llegué al capítulo X y me di cuenta de que...” (ríe) y que se ven identificados y conectados. Es otra forma de conectar con la gente de esta generación.