Un ochenta por ciento de ocupación en el sector hotelero resultó el calvo de cultivo perfecto para una Semana Santa que le devolvió la sonrisa y la fe al sector de la hostelería y el ocio nocturno. En la balanza de pros y contras, a pesar de condicionantes como el éxodo de un alto índice de coruñeses, la moneda volvió a salir cara a los que resultan los mejores indicadores del estado de felicidad y optimismo de la ciudad. 

Pros y contras 

Entre los factores a favor que esgrimen propietarios, representantes y profesionales del sector se encuentran la masiva llegada de turistas, tanto en pernoctaciones como a bordo de cruceros, así como un buen tiempo perenne y una ampliación de horarios que en este caso fue recibida como agua de mayo, o casi. Y es que se trata de una cadena de factores y consecuencias según el cual las terrazas se llenaron de autóctonos y foráneros, éstos extendieron su permanencia en la hostelería tradicional y el ocio nocturno pudo brindar diversión hasta bien entrada la mañana. 

En el lado negativo de la balanza estaba el déficit poblacional que dejaron aquellos que se habían decantado por escapadas o viajes de larga duración. Incluso algunos establecimientos, más en bares, restaurantes y cafeterías que en la vida nocturno, optaron por echar el cierre toda la Semana Santa para brindar a sus trabajadores la oportunidad de disfrutar de tiempo libre en temporada alta y no en enero, como acostumbraba a estilarse antiguamente.

Incluso la buena acogida de las tradicionales procesiones se convirtió a la larga en un aliado de la hostelería, tal y como apunta Marta Bea, gerente, entre otros establecimientos, del Azka, en la Ciudad Vieja. “El paso de las procesiones por la plaza de Azcárraga provocó que clientes que no suelen ser habituales llenasen la hostelería de la zona y estuvimos por encima de los fines de semana de estas fechas”, explica.