Por 36.000 euros la Xunta adquirió los murales de Lugrís en el antiguo Fornos, en la calle Olmos. Pagar esa cantidad por once obras del artista coruñés, algunas de ellas de gran tamaño, puede sonar a ganga. Pero no lo es. ¿Por qué? Porque cualquiera que asuma la propiedad de estas piezas sabe que tienen un coste adicional: el de su más que probable traslado. Y exactamente eso, moverlos de su ubicación original, es lo que pretende la Xunta a través de la Consellería de Cultura, Lingua e Xuventude, que está pensando en el Museo de Belas Artes como destino definitivo.
El Colectivo Lugrisián In Nave Civitas y la Asociación Cultural O Mural se han manifestado en los últimos meses —antes incluso de que se abriese la puja por las obras— en contra de este traslado. Consideran que el espacio donde los coruñeses y visitantes se merecen disfrutar de estas piezas es exactamente donde fueron pintadas en 1951. Su postura se ha visto refrendada por dos especialistas, los que firman sendos informes encargados por el Ayuntamiento. Uno de ellos lleva la rúbrica de la restauradora Carmen Jiménez (quien desde hace unos días dirige la Fundación Luis Seoane), y es de carácter más técnico, enfocado al (pésimo) estado actual de los murales. El otro, que añade el aspecto histórico, lo firma Juan Manuel Monterroso Montero, catedrático de Historia del Arte de la USC. Los dos coinciden en que lo ideal es conservar las piezas en su actual ubicación. No obstante, ambos tienen bien presente el reciente traslado desde el antiguo Vecchio (hoy Tiger) hasta la sede central de Abanca del mural ‘Vista de A Coruña 1669’. De hecho, la propia Carmen Jiménez dirigió en su día la restauración y el traslado de esta pieza en el año 2016.
En todo caso, ninguno de estos dos informes establece doctrina. Es decir, no obligan a nada. Y además la Xunta dispone de un tercer estudio en el que sí se contempla la posibilidad de mover las obras de sitio para garantizar su futura preservación. La Administración autonómica cree que la mudanza es la mejor solución y en esa postura se mantiene. Y ya tiene asumido que será una operación tremendamente costosa. ¿Por qué? Primero, las piezas han de ser tratadas in situ antes de la mudanza. Se comprobará entonces si todas ellas pueden ser trasladadas, pues algunas se encuentran en estado deplorable. A continuación hay que extraerlas, y esta tarea será complicada en varios casos, tanto por la existencia de grietas como por la propia superficie en la que se realizaron, que es curva en algunos casos. Y después hay que transportarlas, ceremoniosamente, a su nueva ubicación, en este caso al Museo de Belas Artes, en Zalaeta. Todo este proceso no se hará por menos de de 300.000 euros, y estamos hablando de una estimación a la baja.
En todo caso, el proceso es largo. Han de pronunciarse la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural (dependiente de la Consellería de Cultura, Lingua e Xuventude) y el Ayuntamiento, que en este asunto mantiene una buena sintonía con la Xunta.