El fin de semana del ‘castañazo’ ya es historia. La celebración del Mallosto puso fin a tres jornadas muy intensas en Labañou, Ciudad Vieja y Os Mallos en las que el producto más icónico del otoño fue la excusa perfecta para eso que tanto reivindican las asociaciones vecinales y de comerciantes: hacer barrio. El Agra dos Mallos volvió a convertirse en una suerte de romería popular, en la que hubo alternativas para todos los públicos.
No tuvieron fortuna los organizadores con un clima que, si bien en el caso de Os Mallos dio un pequeño respiro, sí limitó notablemente lo vistoso de muchas de las actividades programadas por la organización, una vez más a cargo de Distrito Mallos.
Los niños fueron unos de los grandes protagonistas y tuvieron una actividades a lo largo de todo el día, desde un cuentacuentos a un taller para pintarse las caras o un circuito en el que los coches de juguete y las piezas de Lego formaban una curiosa combinación. La fiesta infantil, con mucha música y baile, fue la despedida para muchos que, según sus propios progenitores, acabaron agotados.
Durante casi diez horas lo que se puede considerar la gran romería del otoño coruñés tuvo a pleno rendimiento también a la hostelería y el comercio de Os Mallos. Un castañero, una churrería, una foodtruck y un bar móvil sirvieron de lugar de refugio para muchos progenitores a los que se les notaba cómo la energía de sus hijos hacía mella. La sesión vermú fue uno de los puntos fuertes, aunque a lo largo de la tarde, y a pesar de la amenaza constante de lluvia, no decayó.
Respecto al comercio, en realidad el gran protagonista e impulsor de la propuesta, un total de 12 tiendas se sumaron a la fiesta, nunca mejor dicho, y sacaron sus mejores galas a la calle. Se hizo de noche con las carpas a pleno rendimiento y todavía con el olor de los cientos de kilos de castañas impregnando el ambiente. “Cousas como esta son as que dan alegría ao barrio”, decía una señora que, aunque se identifica como Bea, prefiere no dar su nombre real. “Falta a Panorama”, bromeaba una amiga que también prefiere quedarse en el anonimato. Un niño que durante media hora no paró de corretear por todo el Agra dos Mallos tuvo unos segundos para valorar, como si de un adulto se tratase, el Mallosto. “Mola”. Y si un niño ejerce semejante juicio de valor poco más hay que decir.
El escenario que recientemente había servido para protestas y para reivindicar una solución a las viviendas, el Agra dos Mallos, fue en esta ocasión el mejor ejemplo de cómo vecinos, hosteleros y comerciantes pueden hacer más fuerte un barrio si trabajan juntos.
Finalmente, si de dar visibilidad se trataba, el Mallosto también fue un éxito por todo lo alto, ya que muchas personas de otros barrios quisieron ser partícipes del gran evento dominical.
Una vez más, Os Mallos volvió a dejar su sello de calidad y zona fiestera por excelencia.