Hace 18 meses que el Ayuntamiento implantó la Zona de Bajas Emisiones, esa medida de obligado cumplimiento de la Unión Europea que tiene como objetivo mejorar la calidad de la atmósfera. Sin embargo, no hubo tal mejora, sobre todo porque la ZBE se implantó únicamente en la Ciudad Vieja y La Marina, puntos en los que ya estaba restringido el tráfico. Pero el objetivo es que se expanda hasta la ronda de Outeiro, cubriendo la mayor parte de la ciudad y hasta ahora no había fecha a la vista. Ayer, la alcaldesa, Inés Rey, anunció durante una comparecencia publica que “el programa para la implantación de la ZBE comenzará después del verano”.
Rey hizo esta declaración durante la presentación del congreso Ecosystems 2030, que se celebrará el próximo viernes en el Palacio de Congresos y Exposiciones (Palexco) y que pasa por ser el evento de ecosistemas tecnológicos más importante del mundo. Este año, bajo el lema ‘Liderazgo de las mujeres’, reunirá a 46 participantes de todo el mundo: Oriente Medio, Estados Unidos, Latinoamérica... Todas ellas, mujeres.
La alcaldesa explicó que se han estado realizando varios proyectos para cumplir con la normativa a nivel español, que obliga a las ciudades de más de 50.000 habitantes a restringir el paso de los vehículos más contaminantes. Fuentes municipales recordaron que, gracias a los fondos europeos desde el año pasado se han instalado por toda la ciudad desde cámaras con IA para controlar el tráfico hasta medidores de contaminación.
Aunque, en teoría, estas zonas se crean precisamente para restringir el tráfico, la concejala de Movilidad, Nereida Canosa (que en la reestructuración anunciada esta semana pasa a ocupar la Concejalía de Bienestar Social), aseguró públicamente que la intención del Gobierno local no es esa. A finales del año pasado, durante un encuentro vecinal celebrado en la Ciudad Vieja, Canosa aseguró a los presentes que la Concejalía de Movilidad no pensaba seguir el procedimiento de la ZBE. Según ella, la red de sensores y cámaras que ahora cubre la ciudad no tiene “tanto como objetivo controlar la etiqueta que propone la Dirección General de Tráfico, sino controlar la circulación, el movimiento, ver la contaminación ambiental”.
“A partir de ahí, no primar solamente a aquellas personas que con un nivel económico elevado pueden acceder a vehículos eléctricos o hibridos y demás”, había explicado. En efecto, hay muchos coruñeses con vehículos diesel, o de veinte años o más, y necesitan cruzar la ZBE para llegar hasta Monte Alto, por ejemplo. El anterior concejal de Movilidad, hoy de Urbanismo, Francisco Díaz Gallego, ya se había posicionado en contra de favorecer el vehículo eléctrico, precisamente, porque eso perjudicaba a una gran mayoría de coruñeses que no pueden adquirir un vehículo el doble de caro que uno diesel o de gasolina.
Por otro lado, A Coruña es un caso especial porque el centro es un lugar de paso, y porque es inevitable cruzarlo para llegar al barrio de Monte Alto. Miles de conductores tienen que atravesar a diario Pescadería para llegar hasta sus hogares y restringir esta circulación es imposible.
Hay que recordar que, a pesar de las políticas de movilidad sostenible puestas en marcha por el Gobierno de Inés Rey, no se ha registrado un descenso significativo en el número de vehículos que recorren la ciudad. Es el caso de BiciCoruña, que, a pesar de su aceptación por el público, los datos internos apuntan a que de media se registran 3.000 usos diarios de BiciCoruña. O sea, 21.000 a la semana, mientras que cada día entran y salen de la ciudad más de 100.000 vehículos.
Por otro lado, de estos 21.000 usos, los expertos municipales calculan que solo el 15% corresponderían al vehículo privado y que el resto sería de personas que antes empleaban el transporte público, se desplazaban a pie o incluso, en su propia bicicleta. Es decir, que ha eliminado 3.150 desplazamientos contaminantes en todo el año. Por otro lado, datos del PMUS (Plan de Movilidad Urbana Sostenible) apuntan a que la mitad de los desplazamientos dentro del casco urbano se realizan a pie. Esto significa que el problema radica en otro lugar.
Datos del INE (Instituto Nacional de Estadística) de 2021 señalaban que 97.470 habitantes censados en A Coruña con 16 años o más (el 53% de este segmento de población) prefieren moverse en coche a su lugar de trabajo o estudios. El motivo es que una gran parte del tráfico en la ciudad se genera cuando entran y salen los vehículos entre A Coruña y los municipios limítrofes (sobre todo Oleiros). A diario, entran y salen más de cien mil vehículos, y el número no ha dejado de aumentar en los últimos años, aunque todavía no ha llegado a niveles prepandemia, cuando la cifra rondaba los 114.000.
Pero, sino servirá para reducir el tráfico contaminante es decir, los viejos diesel, sí permitirá, según el Ayuntamiento, conocer mejor el funcionamiento del tráfico en A Coruña y extraer datos muy valiosos gracias a la red de sensores distribuida por todo el casco urbano. “No tanto como objetivo de etiqueta que propone la Dirección General de Tráfico, sino controlar la circulación, el movimiento o ver la contaminación ambiental”, había señalado la antigua concejala de Movilidad, Nereida Canosa.
Las nuevas cámaras que guardan la entrada a la ZBE están dispuestas en dos anillos. El primero en instalarse fue el de la ronda de Nelle y podían verse los sensores ya durante la Navidad a la altura de la calle Caballeros y la avenida de Arteixo, por ejemplo. Un segundo anillo se ubica en la ronda de Outeiro. Este doble círculo está formado por 47 sensores que tienen como objetivo controlar, entre otras cosas, qué vehículos pueden entrar en la ZBE, discriminándolos por la tarjeta ecológica que lleven.
La ZBE incluye también nuevas estaciones de medición de partículas contaminantes, que se instalan en puntos del centro, como la plaza de Pontevedra o la de Tabacos, aunque rara vez en A Coruña se degrada la calidad del aire hasta niveles que obligarían a restringir el tráfico. El actual concejal de Urbanismo, Francisco Díaz, explicó en su día que eso hace más difícil comunicar a los coruñeses la necesidad de una medida como esta.
Hay que señalar que A Coruña es una zona bastante contaminada, pero se encuentra en la zona verde de la tabla dentro de los estándares europeos. Eso hace pensar que rara vez será necesario activar las restricciones por una polución excesiva. También se ha usado el dinero de los fondos europeos para instalar nuevas cajas de radar (y comprar dos radares) en distintos puntos.
En total, son 15 millones de euros los que se han obtenido a través de los fondos Next Generation. Parte se han invertido en reforzar la vigilancia de la Ciudad Vieja, que ahora es una Zona peatonal Regulada (ZPR) con una inversión de más de 600.00 euros. Otra parte ha ido a parar a controlar ocho puntos de carga y descarga (casi 400.00 euros) así como la renovación de las cámaras de La Marina.
Igualmente se ha renovado la vieja sala de semáforos de la Policía Local, que ahora se denomina Centro Integrado de Movilidad . No es un mero cambio de nombre: se estrenó en marzo del año pasado y cuenta con dispositivos de Inteligencia Artificial (IA) y Big Data que controlan los desplazamientos de los coruñeses por el centro de la ciudad. En total, son 190 cámaras las que se han instalado, que se suman a las 200 que ya existían antes. Y la mayor parte ya está activa.