Se estima que en el término municipal de A Coruña, en espacios públicos, hay plantados cerca de 25.0000 árboles. Dicho así, parece una cifra considerable, pero teniendo en cuenta que la población de la ciudad es de casi 250.000 habitantes, cada árbol tiene que dar sombra a diez personas. Si se compara con ciudades mucho más arboladas, como Madrid, donde cuentan con un millón de árboles y 3,5 millones de habitantes, la proporción es claramente desfavorable.
En general, en el norte se aprecian menos los árboles que en el sur, porque allí hay más necesidad de sombra, mientras que en ciudades como A Coruña se aprecia el sol la mayor parte del año. Pero a medida que suben las temperaturas y se extiende la lucha contra la contaminación, el arbolado se ha convertido en una herramienta que los urbanistas emplean recurrentemente, y cada vez mejor. Hasta hace poco, se escogían especies inadecuadas, que resistían mal la contaminación, o que crecían demasiado.
Ahora, cada vez que se hace una reforma de una zona, se resalta la gran cantidad de árboles plantados. Esta misma semana, la alcaldesa visitó Xuxán con motivo de la finalización de las obras de urbanización y destacó que se habían plantado 1.400 árboles y unos 12.000 arbustos.
Pese a que en los últimos años el número de árboles ha crecido de forma notable, expertos consultados estiman en 40.000 o 50.000 el número de ejemplares con los que debería contar la ciudad. Queda mucho camino por andar, pero la ventaja es que A Coruña tiene un suelo y un clima apropiado para hacer crecer árboles, mucho más que Madrid.
Pero, aunque cada vez se escogen especies más apropiadas para el entorno urbano, estas suelen ser foráneas, como las moreras de San Andrés. Efectivamente, existe cierta tendencia a plantar ejemplares de especies asiáticas o americanas, que son más resistentes y crecen rápidamente.
Un ejemplo de ello es la nueva obra del Paseo Marítimo a la altura de As Ánimas, donde se plantaron abedules, pero también liquidámbar, una especie de plátano americana, que es muy popular porque en otoño sus hojas exhiben un hermoso color dorado y es muy resistente. Además, es más económico.
Hay que tener en cuenta que estos ejemplares provienen de viveros y cuanto más tiempo pasen en ellos, más caros resultan. Por eso se tiende a evitar especies autóctonas como el roble, abedules o castaños, o pseudoplátanos, demasiado grandes y de más lento crecimiento.
El resultado es que, viaje a donde viaje uno, siempre encuentra las mismas especies de árboles en las calles de la ciudad que visita. Una apuesta por arbolado autóctono podría dotar a la ciudad herculina de un carácter más personal.
Sean cuales sean las especies que se planta en ellas, las zonas verdes son un valor imprescindible para cualquier desarrollo urbano. Por ejemplo, en el nuevo barrio de San Pedro de Visma se va a plantar una alameda de más de 50.000 metros cuadrados. Porque los árboles también hacen barrio.