Hace poco más de cinco años, el cruce de la calle Sol con Socorro era el epicentro de la marcha en A Coruña. Cientos de jóvenes, se congregaban en la zona para pasarlo bien los fines de semana. Había risas, por supuesto alcohol, algunas peleas y mucho ruido. Pero eso fue hace años. Tras el cierre de varios locales, las molestias sonoras que antes soportaban los vecinos han desaparecido, y el nivel de decibelios ha caído en picado: casi un 27%, pasando de 76 decibelios a 56.
No parece una diferencia notable, pero esos veinte decibelios suponen la diferencia entre no pegar ojo y pegar una cabezada y, desde luego, los vecinos si lo notan. De hecho, se considera molesto cualquier nivel de ruido que supere los 60 decibelios. En un entorno residencial como el Orzán, el nivel permitido según la ordenanza municipal es de 45 decibelios por la noche y de 50 durante el día.
La Organización Mundial de la Salud aconseja no superar los 65 decibelios durante la mayor parte de la jornada, número que baja hasta los 55 al anochecer. La calle Socorro ha ido perdiendo sus locales más emblemáticos a lo largo de los años, y ha entrado en decadencia como epicentro de la movida nocturna de la ciudad. Los datos recogidos por el sonómetro municipal instalado en esa esquina no dejan lugar a dudas: reina el silencio.
La mayor parte del problema lo generaban los clientes, reuniéndose en la calle. Los gritos y las risas generaban ruido, por no señalar el problema de los portales llenos de orina, y algunos actos vandálicos esporádicos, dirigidos contra el mobiliario. A esto hay que añadir los hurtos y las peleas. Los vecinos llamaban varias veces cada fin de semana a la Policía y se quejaban de que no siempre acudían.
Sobre todo, el problema se concentraba alrededor de las cuatro de la mañana, cuando los locales echaban el cierre. Los clientes remolones se congregaban en la calle para decidir su próximo paso: si volverían a su casa o si alargarían la noche y, de ser así dónde. Ese momento podía alargarse un buen rato, y era entonces cuando se producían la mayor parte de los incidentes, que solo cesaban cuando se oían las sirenas de la Policía.
En algunas ocasiones, ni entonces: se han registrado varios incidentes en los que jóvenes ebrios se han enfrentado a los agentes o intentado soliviantar a los demás para hacerlo. Normalmente, con escaso éxito. Las gráficas de ruido muestran precisamente ese descenso pronunciado a las cuatro de la madrugada como el momento en que más ha descendido el número de decibelios. La Policía Local señala que en ese momento era cuando aumentaba el número de jóvenes en la calle. “Incluso se formaban microbotellones ”, señala un agente.
El presidente de los vecinos del Orzán, José Luis Méndez, reconoce que los residentes de la calle están “encantados de la vida” y que hacía cerca de 35 años que algunos no podían dormir tan bien como ahora. “Además, ahora hay cámaras, y la Policía Local viene cuando la llamas”, añade.
Pero Méndez señala que hay otros puntos del centro, como la plaza de José Sellier, donde los niveles de decibelios sobrepasan lo permitido. Allí se encuentra otro sonómetro que no ha mejorado sus niveles desde hace años. “Es un lugar pequeño, abarrotado de terrazas. Lo mismo ocurre con la Cormelana”, señala el representante vecinal que reconoce que todos los que acuden a tomarse algo allí “son personas perfectamente respetables, pero se juntan 20 o 30 y el ruido es insoportable. Lo mismo ocurre con fuente Luisa”.
Sin embargo, las estadísticas del sonómetro señalan que el pico de ruido es más próximo a medianoche (cercano a 70 decibelios). Los vecinos siguen denunciando a los locales que generan más ruido de lo permitido y manipulan los sonómetros para no ser descubiertos, pero ya no es la misma lucha que mantenían antes. “Para nosotros, el Orzán está muerto”, sentencia un policía local.