Pachá Coruña sigue muy viva: las mejores anécdotas de la pandilla que lo hizo posible

Desde hipopótamos en la piscina a tigres de Bengala o Harleys en la pista, así eran las noches que nunca volverán
Pachá Coruña sigue muy viva: las mejores anécdotas de la pandilla que lo  hizo posible
Pocholo, Ignacio Marentes, Gugui, Emilio Ron, DJ Javito, Jose DJ y José Manuel Porto, delante de una parada del PachaBús | Carlota Blanco

“Cuando cogimos la discoteca Anaconda, en agosto de 1986, firmamos el traspaso y me fui a la cabina a poner una canción. El disco que me encontré en el plato era ‘Voyage, Voyage’”. Así comienza la historia, literalmente desde el minuto 1, del viaje a la eternidad que supuso el ciclo de Pachá en A Coruña. El relato es de José Manuel Porto, junto a su socio Kike Pereira el encargado de dar vida e identidad a la sala. Podría parecer el inicio de un relato idealizado, pero es que a la hora de hablar de aquel periodo entre 1987 y 1995 es difícil discernir el mito de la realidad, la leyenda urbana de lo maravilloso e irrepetible.


Pachá es hoy una marca valorada en más de 500 millones de euros y con sede en cada capital cultural del mundo. Sin embargo, cuando en 1987 el dueño del imperio, Ricardo Urgell, acudió a As Xubias, el hecho de traer Ibiza a la ciudad resultó una revolución de unas dimensiones difíciles de convertir a una medida moderna. “Se lo pasó en grande y estableció con Kike Pereira un cánon de un millón de pesetas por utilizar su marca. Sólo con la recaudación de la máquina recreativa ya lo cubríamos”, recuerda Porto. Exactamente esa cantidad fue la que tuvo que desembolsar, por ejemplo, por pintar de blanco toda la piscina y el entorno. “Creo que Urgell, no sé si por el entorno o por nuestra forma de trabajar, siempre se sintió orgulloso e identificado con Pachá Coruña”, añade.

 

Con vida

Es seguro que la magia de las tardes y las noches de Pachá tiene mucho que ver con la falta de teléfono móviles, cámaras digitales y demás dispositivos. Son muy contados los testimonios gráficos y aún menos los audiovisuales de un tiempo que, como en el caso de las grandes historias, ha sobrevivido por la tradición oral. Buena parte de los guardianes de esos recuerdos celebran puntualmente reuniones para mantener fresco el recuerdo, una forma de que aquellas cerezas eternas jamás se marchiten, por más que el histórico edificio tenga los días contados, tras su adquisición por el fondo Ginkgo.


José Manuel Porto e Ignacio Marentes (socios y gerente), Emilio Ron (director de relaciones públicas), Jose DJ y DJ Javito (pinchadiscos residentes), Pocholo (equipo técnico) y Gugui (chico para todo) son los autodenominados Pachá Boys, ante todo un grupo de amigos a los que la noche unió para siempre y que los jueves regresa a comienzos de los 90. Como sucede con la formación del Superdepor o el Dream Team de Cruyff, un elenco que cambió las cosas en un momento y un lugar concreto y al que de vez en cuando le viene bien realizar una terapia común. “No había nada especial, pero nadie lo hacía mejor que nosotros”, recuerda Pocholo. “Fue una parte muy importante de nuestras vidas, quizás la que más”, matiza Porto, responsable último del ciclo completo de la vida de Pachá. En la misma línea se manifiesta su socio desde 1991, Ignacio Marentes: “Eran las noches más bonitas que ha tenido la ciudad: todo el mundo era transparente e iba sólo a divertirse”.

 

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Pachá era esto: una pista con miles de personas en múltiples espacios diferentes | Cedida

 

Pero nada de la magia de Pachá Coruña hubiera sobrevivido tres décadas si solamente hubiera resultado un lugar idílico. A medida que surgen las anécdotas, las historias y los momentos concretos, para alguien que no lo viviera in situ, podría parecer que le están contando una superproducción de Hollywood: quads por la pista de baile, fiestas con socorristas en la piscina, el DJ en una Haley Davidson, tigres de Bengala e hipopótamos. Vamos, que sólo faltaban los Gremlins y un Uruk-Hai de ‘El Señor de los Anillos’. Y lo mejor de todo es que todo fue verdad. “Cuando, a eso de las 01.00 horas, se apagaba la luz, no sabías lo que esperar: podía haber carreras de quads, motos o un ballet de coreógrafos en plena exhibición”, apunta Marentes. “Nunca olvidaré el momento en el que, con toda la discoteca en silencio, apareció el DJ (Javito) montado en ella, fumando y con el micrófono en la mano animando a la gente”, agrega.


Lo de los animales, aunque impensable hoy en día, también tiene rigor histórico. Y es que Pachá era parada obligada para cuantos visitaban A Coruña. “Los tigres eran del circo acababa de llegar a la ciudad y los pusimos en jaulas”, indican los Pachá Boys.

 

Revolución

Vaya por delante que las medidas de seguridad y la legislación entre 1987 y 1995 eran muy diferentes a la actual, por lo que la estimación de afluencia entre 1.500 personas en las peores noches y las más de 5.000 en Fin de Año de 1992 a 1993 entran dentro de lo normal. Sin embargo, detrás de ese reclamo está la capacidad para generar el deseo, organizar la infraestructura y la intendencia para dar servicio a una masa semejante. “Me encontré las instalaciones soñadas por cualquier relaciones públicas: por un lado una sala ibicenca idéntica al Pachá original y, por otro, un departamento de marchandising inigualable: camisetas, logotipo, mecheros, bañadores... nadie tenía algo así en Galicia”, apunta Emilio Ron, que debutó en la sala en 1991, en sustitución de Juan Cobián. “Fue un honor sustituir al mejor relaciones públicas que ha tenido la ciudad”, apostilla.


Entre los inventos que aún colean en la mística popular dos son los más recordados. Por un lado, el PachaBus, una flota de cinco vehículos de la Compañía de Tranvías que se encargaba de recoger a los clientes en plaza de España, plaza de Ourense u Os Castros. “Eran los más viejos que tenía Tranvías”, bromea Ron. “Cabían 50 personas y al final viajaban más de 80, el último año tuvimos que poner seguridad a bordo”, prosigue.


Tarjeta black

En clave de Santo Grial se comentaba la existencia de las llamadas tarjetas black de Pachá. Nacidas en 1992, eran “muy deseadas por todos, pero sólo estaban en manos de un grupo de clientes muy escogidos”
 

Entre los privilegios estaban el acceso sin colas de la mano de un acompañante, así como la posibilidad de invitar a copas. Todo ello, además, con un sistema TPV revolucionario para la época. “Se hablaba de ella como un ser mitológico”, confiesa un cliente de entonces. “En muchos sentidos, era algo inalcanzable para la mayoría”, añade otra habitual.

 

El adiós

Como todo cuento de hadas, Pachá tuvo un final. En 1995 cedió su sitio a La Roca, que apenas duraría dos años más. “Coincidió con el asesinato de Miguel Ángel Blanco, en verano de 1997”, asevera Porto, para quien el recuerdo se vuelve mucho menos idílico. El cansancio, la llegada de las drogas de diseño y diversos factores salen sobre la mesa a la hora de hablar del momento menos deseado de la noche.


Ocho años con colas de más de dos horas para acceder, con actividad permanente entre las 17.00 y las 08.00 horas, así como una presencia que genera ataques de nostalgia son ahora el legado para una generación que, aunque es consciente que aquellos días nunca volverán, sí encuentra siempre alguien con quien compartir un trocito de aquella época. 

 

Sus cinco grandes momentos

 

1. La piscina

”Era increíble, aún encima tenía fondo y muchos se tiraban sin saber nadar. Teníamos dos socorristas y una lanchita de plástico con remos. Cuando alguien no sabía nadar lo recogíamos.. Había gente que llevaba incluso neoprenos. La piscina era el top, porque los que iban a la piscina tenían acceso al vestuario, y allí sabías cómo entrabas, pero no cómo salías”.

 

2. La pista de quads

“Montamos una pista de quads en la zona de baile. Había un momento en el que la gente que iba muy bebida no tenía permiso para cogerlos, pero eran difíciles de controlar. Alguno llegó incluso hasta la piscina. Requería, al final, de controles de alcoholemia para cogerlos”.

 

3. Las fiesta de  la espuma

”Eran dos cañones de espuma que ocupaban toda la terraza y subían dos o tres metros. Los clientes se creían que era un colchón y se tiraban desde las escaleras. Necesitábamos un botiquín por las brechas y las heridas que se producían. Todo el mundo se enrollaba con todo el mundo debajo de la espuma. Todo valía. Al recoger aparecían condones”.

 

Fiesta espuma
Fiesta de la espuma

 

4. El Fin de Año 92-93

“Fue el récord absoluto de venta de entradas por anticipado en la ciudad. Se vendieron 3.700, mas 1.400 en puerta. No había vasos para tanta gente. Cuando se acabaron, te echaban el whisky dentro de la botella de Coca-Cola. Representábamos una forma de ver las cosas diferente”.

 

5. Hombres G en 1992

“En aquel momento habían bajado un poco el caché. Lo cogimos bien de precio, alrededor de 8 millones de pesetas del momento. Ellos eran divertidísimos y se implicaron más que en cualquier otro concierto, porque estaban enfocados directamente a los pijos, no al público general”.

 

Pacha
 

 

Puedes escuchar una sesión de Pachá en A Coruña pinchando en este enlace: 

 

https://hearthis.at/underdub/jose-dj-1994-pacha-la-coruna-reedit-2023/

 

 

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