Historias que solo pueden surgir en Coruña. Peggy, la historia de la urraca desaparecida. Los irlandeses, nuestros primos hermanos del norte las saludan de buena mañana para atraer la buena suerte. Yo también las saludo cuando revolotean entre los metrosideros para ver si el Rasca de Navidad me da algo más de los cinco euros de siempre.
El otro día unos vecinos formaron un comando para secuestrar a la Pega Peggy, la urraca que había decidido acudir a una panadería de Os Mallos para mantener una alimentación alta en hidratos. La urraca, animal inteligente y astuto, supo camelarse a la panadera y a los vecinos, hasta el punto de que le hicieron una caseta para que se resguardara entre saludos, juegos con los niños y migas de pan. Por lo visto la urraca tenía una de las plumas de la cola rota y decidió ganarse la vida en el suelo en vez de en el aire. Unos lugareños se dieron cuenta de que la pega estaba un poco imposibilitada y decidieron cogerla y llevarla al Centro de Recuperación de Fauna Salvaje de Oleiros para que le diesen rehabilitación y volver a revolotear entre las hojas de los árboles. Así que se hicieron con una caja de cartón y una chaqueta, dispuestos a forzar al ave a volver a su vida rutinaria. Jugando a ser Dios.
La urraca desapareció. ¿Dónde está la Pega Peggy?
Los vecinos comenzaron a movilizarse. Carteles de “Se busca” en las paredes y las farolas, frases de desprecio a los golfos apandadores, noticias en los periódicos locales, miedo por el destino del pájaro, búsquedas y batidas, la pena en la panadería, los niños tristes al ver que Peggy no volvía.
Pero la Pega Peggy fue más espabilada, evitó la caja y la chaqueta de sus captores frustrados y se escapó al ver que en aquella zona corría peligro de secuestro, huyó un lugar más seguro. Peggy estaba en Oleiros, quizá con ganas de rehabilitarse por sí sola, quizá con ganas de cambiar de aires. Así que, tras huir de sus secuestradores con habilidad, cambió su dieta de hidratos por otra de proteínas animales, cambió el pan por el jamón serrano y de la panadería Boas Migas migró a la Jamonería La Encina en Santa Cruz. Se produjo allí el encuentro entre la panadera y el pajarito entre grajos y risas, y un poco de celos al ver que el jamón tenía más éxito en el paladar de Peggy.
Mientras escribo la columna pienso en Miguel Ángel López, Hemato, Hematocrítico. Pienso en el cuento ilustrado que podría haber escrito, con la Pega Peggy de protagonista, comiendo su jamón y sus migas de pan de Carral, pienso en los niños en el cole o en casa riéndose y disfrutando de la urraca comilona y no puedo evitar las lágrimas. Hemato se nos fue demasiado pronto. Está el mundo lleno de malvados y se van al cielo los buenos. La vida es injusta y corta y a veces un valle de lágrimas. Pero Hemato nos dejó su imaginación, su genialidad y lo más importante, su amistad. Cuando pasa algo así, cuando nos da un golpe la existencia improbable y duro, solo nos queda seguir adelante y recordar los momentos divertidos y todo lo que nos aportó Miguel Ángel, que no es poco. Hasta lo más simple: ver una pega y pensar en él.