Proliferan por la ciudad las puertas y ventanas tapiadas ante el fenómeno de la okupación

Vecinos de Os Mallos localizan un nuevo bajo comercial allanado donde pernoctan varios individuos
Proliferan por la ciudad las puertas y ventanas tapiadas ante el fenómeno de la okupación
Un ciclista pasa por delante de un inmueble clausurado en la calle Vizcaya / Quintana

De unos años a esta parte, la okupación se ha convertido en A Coruña en una alternativa más de refugio para los individuos en riesgo de exclusión social. No se trata solo de edificios antiguos, que llevan tiempo abandonados, sino también locales comerciales que llevan años sin actividad. Al encontrarse a nivel de la calle, y muchas veces provistos de frágiles escaparates y puertas acristaladas, son fáciles de forzar Ya se han dado varios casos de locales comerciales ocupados y los propietarios prudentes tapian todos los accesos a ras de suelo. 


Los vecinos de Os Mallos denuncian otro local okupado en la calle Noia. Por el momento, no se ha producido ningún incidente, pero aseguran que en la antigua tienda, decorada con un precinto de la Policía Local, acuden individuos a pernoctar. No se puede culpar a los residentes por estar preocupados: este barrio ha vivido varios episodios en los que un simple local abandonado se ha convertido en el epicentro de toda clase de molestias o incluso de delitos: una antigua sede bancaria en Diego Delicado en 2021, el cierre de un local de oficio en Francisco Catoira, después de una pelea de okupas o una panadería en Mariana Pineda. 
 

Lo que en principio no deja de ser un simple caso de okupación en el que uno o varios individuos se cuelan en un edificio para pasar la noche comienza a convertirse en un problema poco a poco. Los vecinos comienzan a ver en sus calles gente extraña que merodea por sus tiendas, robando en un descuido todo lo que puedan llevarse. A menudo protagonizan peleas entre ellos, o increpan a los transeúntes por cualquier motivo. Y también trapichean con droga. 
 

Puertas blindadas 

A veces la Policía consigue expulsarlos rápidamente, sobre todo si un vecino está ojo avizor y avisa a las autoridades, pero normalmente lo intentan hasta que consiguen instalarse. Por eso los dueños de las propiedades que han sufrido un intento de allanamiento suelen taparlas inmediatamente después. Incluso el Gobierno local ha tenido que instalar puertas blindadas en algunas de sus viviendas sociales, ante el riesgo de dejarlas vacías.
 

El algunos casos, una medida razonable parece haberse llevado demasiado lejos, como es el caso de otro edificio que ocupa una de las esquinas de la calle Santander con la calle Vizcaya. El pequeño inmueble, de dos pisos y entreplanta, presenta clausurados todos los accesos, incluidas las ventanas del segundo piso, donde más improbable es un allanamiento. No es el único caso donde el propietario ha preferido pecar de exceso de prudencia: el número ocho de la calle Monforte también presenta todos sus accesos condenados. Incluso las ventas del tercer piso tienen planchas metálicas. Esta medida se tomó después de un incendio en enero de 2020, cuando el inmueble estaba okupado.
 

En cuanto al fenómeno, más reciente, de los locales comerciales okupados, las autoridades intentan ponerle freno creando una bolsa de locales de alquiler. Por el momento, con poco éxito. Muchos dueños de este tipo de inmuebles prefieren transformarlos en viviendas, si pueden. En este sentido, se puede decir que los okupas son pioneros. 

Proliferan por la ciudad las puertas y ventanas tapiadas ante el fenómeno de la okupación

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