Puede subir el coste de llenar el depósito del coche, la bolsa de la compra o los abonos del club de sus amores, y al final el cliente acaba por aceptar porque no queda otra. Sin embargo, pocas sensaciones más dolorosas hay que la subida de unos céntimos en el café del bar de confianza o en el menú del día que muchos tienen como su ganga secreta. Son los precios de la hostelería una cuestión de ingeniería y malabarismo para muchos empresarios que, hasta ahora, habían pedido prácticamente perdón con cada incremento, por mínimo que éste fuese. Según los últimos informes varios de los precios que habían justificado esas actuaciones han bajado: el aceite se estima que ha caído un 24 por ciento, mientras que el combustible es un 20 por cien más barato que en 2022. Aún así, no es suficiente para recuperar los precios de antaño.
El presidente de la Asociación de Empresarios de Hostelería de A Coruña, Héctor Cañete, recela de los grandes titulares que anuncian un estancamiento de la inflación y apunta a dos variables más para calificar la situación todavía de “difícil”: la subida del convenio de los trabajadores y la tasa impositiva. “Puede ser que los precios hayan bajado un poco, pero sigue estando todo carísimo, por lo que el hecho de que se esté moderando ligeramente me lleva a negar la mayor”, subraya. “Lo que no ha bajado ni va a hacerlo son los salarios o los seguros sociales que tenemos que pagar, por lo que el gasto sigue siendo alto”, indica. Por otra parte, el máximo representante de los hosteleros coruñeses recuerda el esfuerzo que han llevado a cabo sus asociados para repercutir todo eso en el cliente: “Lo que hemos hecho en muchos casos es recortar los márgenes de beneficio, porque las bebidas alcohólicas y las azucaradas no paran de subir. No se ha dado una subida acorde con el precio de la vida”.
Emilio Ron, gerente de un grupo hostelero y del Cine París, apuesta por reactivar el gasto de los clientes a través de promociones, porque la lista oficial de precios considera que es muy difícil de ser objeto de una marcha atrás. “No van a bajar ni se van a tocar más allá de promociones”, indica. “El precio de las consumiciones muchas veces condiciona la compra, por eso defendemos ser especialmente contenidos en el ocio nocturno. Si percibimos una contracción en el consumo es, precisamente, debido a los altos precios que tenemos y que así perciben los clientes”.
En la barrera de los 11 euros, y con oferta de lunes a domingo, ha dejado su menú del día Juan Rodríguez, responsable del Mundial 82 y el Nuevo Dinos, entre otros. Lo suyo es una cadena de bares de barrio, en los que muestra una especial sensibilidad hacia la clase trabajadora, que supone buena parte de la clientela. “No creo que los precios vayan a bajar, porque la mano de obra es cada vez más cara y lo que baja por un lado sube por otro. Volver a los precios previos a la guerra de Ucrania es inviable, aunque ojalá hubiera esa opción”, confiesa. “La manera en la que se han incrementado el convenio salarial o se han modificado los horarios es otro factor: pretenden que seamos una peluquería, cuando somos un sector servicios que no atiende a horarios. Habrá algún iluminado desde una oficina que sí piense eso”, prosigue.
Es el económico un tema complicado de tratar de manera explícita para algunos profesionales que temen represalias, tanto por parte de sus clientes como de sus trabajadores, estos en forma de queja. Por eso, uno de ellos prefiere mantenerse en el anonimato y apoyar la teoría de que el convenio también lo paga el cliente. “Los precios nunca bajan: los salarios han subido más de un 11 por ciento y la luz tampoco es que bajase, por lo que aunque nos ahorremos 100, 200 o 300 euros en aceite de oliva nos han subido por otra parte”.
Pocos aspectos como el que les toca al bolsillo pone tan de acuerdo a los empresarios de la hostelería tradicional. Por su parte, el ocio nocturno también apunta a una condición de no vuelta atrás en el precio de las copas debido al coste de las bebidas azucaradas.