La sublevación de la Hermandad en Galicia debió acontecer en la primavera del año 1467, en que se juntan para derruir las fortalezas que hallaron a su paso, entre las cuales se pueden citar: Pico Sacro, Borraxeiros, camino de Mellid, Castro Ramiro, próximo a Orense, Sandianes, cerca de Allariz, Frouxeira, donde se apresó al mariscal Pardo de Cela, Baamonde, en Lugo, Hizme, en el mismo obispado, Tamago, cerca de Villalba, Mellid, Torre de Arcos, cerca de Chantada, Amarante, cerca de Monterroso, Saavedra, Vilaxoán, castillo de Ana, torre de Malpica, en tierra de Quiroga, Manzaneda, Rodero, en el lugar de Camba, Santa Cruz, camino de Milmanda, Celme, en la Limia, Covadoso, cerca de Rivadavia y algunos más, como la fortaleza de Pambre, de los Ulloa, levantada por Gonzalo Ozores de Ulloa, tras su regreso de Francia.
La Hermandad tenía como objetivo principal sitiar la fortaleza de Alonso de Fonseca en Santiago y tomar la ciudad, según planes de los rebeldes, aunque no lograron hacerse con aquella preciada presa, saliendo derrotados por los nobles que se unieron al obispo de Compostela y acaban con la Hermandad. Unos nobles gallegos toman parte por la Hermandad y otros lo harán contra dicha institución, por temor a perder antiguos privilegios reales sobre tierras y rentas de un modo principal. De modo que unos disfrutaban sacando a los otros, cuanto podían, tierras, fueros, rentas y vasallos. Todo era importante mantenerlo a buen recaudo y se lucha con ahínco, por ambos bandos, unos para conservar lo que tenían y otros, por quitarlo y pasar a manos de sus nuevos señores, quienes usaban las armas a modo de rapiña.
Hasta que el 16 de enero de 1475 llega a Santiago un enviado de la corte castellana, con la noticia de que Isabel I había sido proclamada reina de Castilla y de los demás dependientes de su corona, el 13 de diciembre de 1474. Mientras que el rey Fernando, libra en Toro el 15 de diciembre de 1476, un real privilegio al conde de Monterrey, Sancho de Ulloa, para que entregue, al arzobispo Alonso de Fonseca, las villas de Padrón, Muros, Noya, Malpica, Finisterre, Lage, Muxía y Cee. Así se lo hacía saber.
En 1476 se restablece la Santa Hermandad y dan comienzo a los graves problemas que aquejan a Galicia, con las mismas consecuencias anteriores de luchas internas entre los señores que toman bando, unos por la reina Isabel y otros por Juana, quedando Galicia dividida en dos bandos. Solo había una solución, la imperiosa necesidad de la reina Isabel de dar fin al conflicto desatado por algunos de aquellos díscolos caballeros, cuyo ideal es proponer a Juana como reina de Galicia, Castilla y Portugal. Aquello sale mal y la sangre y el fuego recorre Galicia hasta que finalmente queda pacificada, de orden de los Reyes Católicos, al nombrar a Fernando de Acuña, como su gobernador en este reino.
En el obispado de Mondoñedo, hacía sus correrías el Mariscal Pedro Pardo de Cela, pese a la presencia de la justicia seguía cometiendo toda clase de fechorías, después de casi dos años de encuentros con las armas reales del gobernador. Este logra cercarlo en la fortaleza de la Frouxeira, la misión queda encomendada a Luis de Mudarra, célebre guerrillero en otro tiempo en tierras de Cataluña.
La suerte quiso ponerse del lado de las armas reales y despierta en el ánimo de algunos de sus vasallos el deseo de entregar de forma indirecta a la justicia, al mariscal rebelde. En la noche del 7 de diciembre de 1483, Pedro Pardo es traicionado por los suyos, apresado por Mudarra y llevado a Mondoñedo, donde es decapitado en la plaza pública el día 17 Pardo de Cela, junto a su hijo Pedro de Miranda, de 22 años, siendo sepultado en la catedral de Mondoñedo, al lado del púlpito del evangelio. Sus bienes confiscados se devuelven luego a su familia, en consideración a su esposa Isabel de Castro.
Muerto el mariscal, no se logra, en principio, restablecer la paz deseada en Mondoñedo, su hija Constanza de Castro, junto con su marido Fernán Arias de Saavedra, quiere vengar la muerte y ambos se refugian en el castillo de Vilaxoán, cerca de Foz, enarbolando el estandarte rebelde, el cerco se prolonga por un tiempo y finaliza cuando las aguas se corrompen y la mayoría de sus defensores mueren, incluida Constanza, Fernán Arias se rinde con otros tres defensores. Acabando este caballero luchando en la conquista de Málaga, sirviendo a los Reyes Católicos.