La morriña tailandesa derribó puertas

La morriña tailandesa derribó puertas
Más de una decena de asiáticos comen el pasado lunes en Thai Market, tras ayudar a abrir la verja

En la tierra que acuñó la morriña, la visita del crucero ‘Anthem of the Seas’ dejó un ejemplo de la misma entre lo desesperado y lo heroico por parte de la tripulación de origen asiático, que arribó a la ciudad el pasado lunes a las 08.00 horas. Lo hizo con un irrefrenable deseo de sentirse de alguna forma como en casa. A unos pocos metros del amarre, en el número 25 de La Marina, el restaurante Thai Market fue el punto elegido por decenas de tailandeses e indonesios para, a través de un nasi goreng o un pad thai, viajar unos minutos hasta sus raíces.


Sin embargo, la verja metálica del cierre de seguridad ejerció como muro metafórico, como barrera de centímetros entre Europa y Asia. Allí, el propietario Javier Domínguez, que se vio sorprendido por la visita, llevaba horas tratando de levantar el telón. Ni los servicios técnicos ni humanos a los que había acudido en varios ocasiones habían podido solucionar una apertura de lunes que daba por perdida. Al menos hasta que una decena de asiáticos se armaron de coordinación y voluntad para colmar su antojo. “Me dijeron que querían comer igual y me ayudaron a levantar la verja, a pesar de que nadie había sido capaz”, explica el hostelero.


Para contorsionistas


Entre todos fueron capaces de dejar un hueco para que aquellos en ciertas forma física accedieran hasta el interior con escorzos zigzagueantes, dignos del mejor contorsionista. Nada les separaba ya de su pequeña Tailandia coruñesa. La voz se corrió entre los eufóricos tripulantes, que se organizaron hasta en dos turnos de comidas de una docena de personas cada uno. “Quedaron muy satisfechos, entraban unos y salían otros”, recuerda el propietario del Thai Market, que desde el pasado lunes podría promocionarse con eso tan de pedigrí como “el restaurante tailandés donde comen los tailandeses”.


Para Domínguez, los cruceros son una buena fuente de ingresos para la hostelería de la zona, aunque no la que determina el éxito o el fracaso del local. Y en esta ocasión fueron diferentes las motivaciones del servicio que atendió. “Los clientes que tengo son distintos al perfil del crucerista”, dice. “Los empleados de son asiáticos en su mayoría y al verme con la verja bajada y sudando, se decidieron a ayudarme. Querían nasi goreng y, hasta que lo consiguieron no pararon”, finaliza.


La estampa de la verja prácticamente bajada y el servicio de asiáticos poniéndose las botas a puerta cerrada queda ya como parte de su historia. 

La morriña tailandesa derribó puertas

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