El mes que viene, las últimas vallas se retirarán de la calle de San Andrés y la libertad de circulación será total. El Ayuntamiento espera que los coruñeses disfruten de pasear por la vía, despojada ya de su estacionamiento. El objetivo es volver a las raíces, a esos orígenes que se sitúan a finales del XIX, los de una ciudad pausada que no había visto jamás un motor de explosión. Desde eso ha llovido mucho pero todavía quedan en San Andrés muchos edificios que se construyeron en la época que el Ayuntamiento quiere evocar, algunos de los cuales tienen más de doscientos años de historia. El 14% de los más de cien edificios que jalonan la calle se levantaron en el XIX y subsisten en variado estado de conservación.
El número se incrementa aún más con edificios centenarios, algunos con nombre propio, como La Llave, caracterizado por su gran mirador, situado en el 118, construido en el tránsito del siglo XIX al XX. O la Casa Solla, con sus formas vegetales, a la altura del 100. O los número 68-71, construidos en 1912. Pero es más lo que se ha perdido.
Xiao Varela, arquitecto y antiguo concejal de Regeneración Urbana durante el Gobierno de la Marea Atlántica, considera que es el momento de dar el paso para incentivar la rehabilitación de estos edificios, para que no desmerezca la renovación de la calle, que apoya sin reservas. “É un acerto, se vai gañar espazo para o peatón; é un espazo onde intervir”, declara, al mismo tiempo que anima al concejal del área (en este caso Francisco Díaz Gallego) a estar atento. “O Concello ten ferramentas para apretar os propietarios que non cumpren cos seus deberes”, recuerda.
Varela considera que, a pesar de la etapa desarrollista de los años 60, y del Plan General de Ordenación Municipal (PGOM) del 98, todavía queda mucho de la Coruña modernista en San Andrés que vale la pena cuidar. En el PGOM del 98 se permitía, según él, demasiada libertad, convirtiendo a los edificios en simples “máscaras” en las que solo se respetaba la fachada. “Foi un estropicio patrimonial”, se lamenta, pero señala que el PGOM de 2013 ofrece más herramientas.
Es cierto que, en los últimos años, el centro de la ciudad había experimentado un proceso de abandono. El exconcejal reconoce que ya se tuvo que enfrentar en su día con problemas de gestión de los propietarios, algunos de los cuales esperaban el momento “máis goloso para vender”. Por su parte, Ruth Varela, presidenta de la delegación coruñesa del Colegio de Arquitectos de Galicia (COAG), habla sin tapujos de “un proceso de abandono con la expectativa de que derivase en una mayor rentabilidad para las futuras actuaciones” que obligó a familias y negocios a dejar la calle contra su voluntad “de una manera mucho más cordial”.
Fernando Agrasar, profesor de la Escuela Técnica de Arquitectura, lamenta especialmente el destino de los bajos comerciales. “Hay buenas arquitecturas, unas han desaparecido, otras están muy machacadas, pero las plantas bajas las han arrasado, salvo en un par de casos. Se han hecho cosas muy dolorosas. Para meter un local comercial, lo han destrozado todo”, recrimina. Esto provoca que un edificio bien conservado a nivel de calle parezca distinto. “Y es una pena, porque es lo que se ve más y está en contacto con el paseante”, puntualiza.
Agrasar considera que no vale la pena recrear estos locales. “Sería algo falso”, sentencia. Y la delegada del COAG es aún más crítica. Vaticina que la reforma de la calle, ejecutada por el Gobierno local, servirá de poco. “No es ejemplar”, señala, aunque considera que puede servir de “motor de cambios urbanos”. Para ella, hay poco que hacer una vez ha desaparecido el conjunto urbano, y esto es lo que ha ocurrido en el caso de San Andrés. “Hay postales de principio de siglo, cuando pasaba el tranvía. Hemos retrocedido desde entonces”, se lamenta.
La calle de San Andrés ha perdido una gran parte del valor patrimonial que tenía, concluye. “Cuando destruyes un valor de conjunto, no vuelve, y en este sentido, San Andrés es un fracaso de libro. Cuando vemos esta calle, vemos las heridas que siguen abiertas”, critica Ruth Varela. Se pueden plantar nuevas moreras, como ha hecho el Ayuntamiento, pero no edificios.