Víctor del Árbol (Barcelona, 1968), exseminarista y exmosso d’ Esquadra especializado en Historia, ha presentado en A Coruña su última novela, ‘El tiempo de las fieras’, una obra que sigue la trayectoria de algunos personajes de ‘Nadie en esta tierra’ y lo hace en un thriller que expande sus escenarios y explora el mundo de las altas finanzas y el crimen organizado, donde los poderosos influyen sin pudor a costa de la ciudadanía. Pero, ¿y si la presa se convierte en cazador?
No empezó como narrador, ¿cómo nace su pulsión por escribir?
Nace de una necesidad de corregir la realidad. La escritura me acompaña en ese punto de fuga entre la macrorrealidad y la microrrealidad. Cuando la macrorrealidad no te gusta, te concentras en lo interior. Hay quien dice que leer ficción es perder el tiempo y yo creo que te lo regala para estar en tu mundo. Cuando lees ficción aprendes a verte a ti mismo de una manera muy distinta.
¿Qué es para usted la escritura?
Es mi forma de vivir, mi sueño, mi pasión. Para mí, como decía José Luis Sampedro, “vivir es vivir”, no hago distinción entre mi vida fuera de la escritura y dentro. Me dedico a disfrutar la incertidumbre y la libertad que te da el poder desarrollar todo tu potencial y todo tu talento.
¿Tiene algún referente Víctor del Árbol? ¿Qué son para él los premios? ¿A dónde quiere llegar?
Tengo referentes vitales y tienen que ver con mi vida familiar. Pienso mucho en mis padres, en todo lo que sacrificaron para que yo pudiera ir a la universidad, y, sobre todo, que me arraigan mucho a mis valores, a lo que para mí es muy importante. Pienso en mi madre, que es la que facilitó mi acceso a los libros.
En cuanto a los premios, son como citas que me van indicando si voy en la trayectoria correcta o no.
Y a donde aspiro a llegar es a ser el mejor escritor posible. Ojalá, con el tiempo, como decía Valle-Inclán, me acabe convirtiendo en un clásico moderno, aquel que nunca pasa de moda.
Sus personajes son lúgubres, ¿tiene poca fe en la humanidad?
Todo lo contrario. Soy un persona muy optimista, lo que pasa es que cuesta encontrar argumentos para sustentar ese optimismo en la humanidad. La visión que tengo cuando los creo es que son gente que añora lo mejor de sí mismos y que están atrapados en sus miserias personales pero en muchos hay una semilla que acaba emergiendo al final. Esa semilla es la rebeldía, la no aceptación del destino. Son muy antishakespearianos, no se dejan dominar por el destino, luchan contra él. Mis personajes no van de caídas, van de ascensos.
Hay una necesidad de análisis psicológico de ellos, ¿por qué?
No me basta con sus actos, necesito entender sus motivaciones. Soy un escritor de personajes y tienen que ser complejos. Adentrarme en su psicología significa decir que todo tiene un por qué.
¿Qué le diría a quien se enfrente a ‘El tiempo de las fieras’?
Va a encontrar unas vidas que confluyen en un accidente de tráfico en Lanzarote y eso significa cosas diferentes para cada uno. Al ir entendiendo las razones de todos nos damos cuenta de que esa microrrealidad se amplía hasta llevarnos a un viaje por todas las épocas del siglo XX y XXI para hacer una radiografía del tiempo de las fieras, que es el mundo que nos ha tocado vivir.
¿Hasta qué punto es realista?
Llevo al lector a la trastienda de la noticia para mostrarle de forma empática cómo y por qué esta gente hace lo que hace y qué consecuencias tiene para nosotros. Mi esperanza es que cuando acabe de leer quiera saber si lo que cuento es verdad o no.
¿Tienen un objetivo sus obras? ¿Lo tiene ‘El tiempo de las fieras’?
Intento siempre demostrar que, no es verdad que las cosas no puedan cambiar, que no podamos hacer nada contra estas fieras, que hay otros caminos que parecen imposibles pero que otros han transitado antes que tú.
¿Es fácil pasar de presa a depredador?
Absolutamente, sí. Hablo mucho en esta novela de aquellos que viven de las migajas que caen del banquete de los reyes, lo que intento demostrar es que cuando hablamos del poder, de las leyes del mercado, del narcotráfico, hablamos de personas concretas, que toman decisiones y que para que esas decisiones se lleven a cabo necesitan colaboradores y esa cadena va bajando hasta nosotros. Entonces, la pregunta es: ¿cuán vulnerable eres tú a ese poder? ¿Tienes un precio? Y la respuesta es inquietante porque la mayoría sí lo tenemos. A quien más hay que temer es a la fiera que llevamos dentro.